Si una persona de la denominación Testigo de Jehová o Mormón golpea mi la puerta de mi casa, ¿debo predicarle el evangelio? Pregunto esto por lo que dice 2 Juan 10.
Antes de responder su consulta, permítame señalar que ni los Testigos de Jehová, ni los Mormones, deben ser considerados como una denominación evangélica. El hecho que tanto los Testigos de Jehová como los Mormones y otros grupos afines, usan la Biblia sólo como un pretexto para justificar sus falsas doctrinas, les pone totalmente aparte de los evangélicos. Así que, jamás llame a los Testigos de Jehová o a los Mormones, una denominación evangélica. Las denominaciones evangélicas se ofenderán mucho si lo hace. Muy bien. Vayamos ahora a lo que dice 2 Juan 10. Para tomar en cuenta el contexto, leamos los versículos 9 a 11 de 2 Juan. Dice así: “Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, éste sí tiene al Padre y al Hijo. Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis ¡Bienvenido! Porque el que le dice ¡Bienvenido! participa en sus malas obras.” El apóstol Juan es maravillosamente claro y enfático al hacer de la doctrina de Cristo el elemento crucial que divide a un verdadero maestro de un falso maestro. La doctrina de Cristo tiene que ver con su pre existencia divina, con su venida a este mundo en forma humana, sin dejar de ser totalmente Dios y totalmente hombre, con su muerte en la cruz en lugar del pecador, con su resurrección corporal, con su ascensión a la gloria de su Padre y con su inminente retorno a la tierra para llevar junto a él a sus redimidos. Observe como lo pone Juan en 2 Juan 7 donde dice: “Porque muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Quien esto hace es engañador y el anticristo.” Examinando las falsas doctrinas de los Testigos de Jehová y los Mormones, es inevitable llegar a la conclusión que no tienen la doctrina de Cristo. Los Testigos de Jehová, por ejemplo, no reconocen la preexistencia de Cristo porque niegan que es Dios. Para ellos, Cristo es nada más que un mero ser creado por Dios. Los Testigos de Jehová niegan que Cristo resucitó corporalmente, para ellos, Cristo resucitado no es sino un glorioso espíritu, privado de cuerpo físico, con capacidad de materializarse en algunas ocasiones. Terrible lo que creen. En cuanto a los Mormones es peor todavía. Los Mormones niegan la deidad de Cristo al enseñar que Cristo fue creado de la misma manera que son creados todos los hombres. Niegan el nacimiento virginal de Cristo al enseñar que fue concebido cuando Adán tuvo relaciones sexuales con María. También enseñan que Cristo fue polígamo y que entre sus varias esposan se contaban Marta y María, las hermanas de Lázaro y también María Magdalena. La conclusión es que ni los Testigos de Jehová, ni los Mormones perseveran en la doctrina de Cristo. ¿Cómo tratar a personas así? Juan dice: Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis ¡Bienvenido! Poniéndolo en otras palabras, Juan diría: Si un Testigo de Jehová, o un Mormón tocan la puerta de su casa, haga dos cosas. Primero, no le abra la puerta. No lo recibáis en casa, dice. Segundo, no le diga ¡Bienvenido! La palabra: Bienvenido, era el saludo en la época que se escribió el Nuevo Testamento. Lo que Juan está diciendo es que no se preste para tener comunión con un falso maestro. Esto no significa que jamás se debe hablar con un Testigo de Jehová o un Mormón. Al igual que todo pecador, ellos también necesitan del perdón de Dios en Cristo. Es necesario por tanto comunicarles la verdad del evangelio, de una forma sabia para no caer en una discusión con ellos o peor todavía intimar con ellos. Algo que ha dado algún resultado a muchos creyentes, es tener siempre a la mano tratados evangelísticos que expresen claramente el plan de Dios para salvar al hombre. Cuando un Testigo de Jehová o un Mormón toque la puerta de su casa, y luego de confirmar que se trata de uno de ellos, simplemente diga algo como esto: Gracias a Dios yo ya soy uno de sus hijos porque he recibido a Cristo como mi Salvador personal. Aquí en este tratado, encontrará la manera cómo usted también puede ser perdonado de sus pecados y tener vida eterna. Muchas gracias. Hasta luego. Allí terminará todo contacto. De esta manera se habrá compartido el evangelio sin sacrificar la enseñanza de Juan en su segunda carta.