Gracias por su consulta amable oyente. Así como afirma el popular dicho: Dime con quién andas y te diré quién eres, también se podría parafrasear: Dime cómo vistes y te diré quién eres. Esto aplica no solamente a la vestimenta de la mujer sino también a la vestimenta del varón. La forma de vestir, en general, dice mucho del carácter de una persona. Aunque no se trata de vestimenta, los adornos que usan los varones y las mujeres también dicen mucho del carácter de una persona. Con esto en mente, no es extraño que la Biblia contenga los principios que deben regir la vestimenta, en especial de las mujeres. El pasaje bíblico más claro y directo se encuentra en 1 Timoteo 2:9-10 donde dice: Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad.
Mucho se podría decir de la forma de vestir de una mujer sobre la base de lo que dice este pasaje bíblico, pero permítame enfocarme por ahora en esto de vestimenta decorosa, con pudor y modestia. Una vestimenta decorosa, con pudor y modestia no deja al descubierto ni muslos ni senos ni ninguna otra parte del cuerpo de la mujer que debería mantenerse cubierta. La razón para este mandato es que la vestimenta de la mujer no debe despertar pasiones impropias en los hombres que la miran. Esto significa que no sólo es importante no dejar al descubierto partes privadas del cuerpo, sino también no vestirse con prendas muy ceñidas al cuerpo. En cuanto a los aretes, o a los aros como se dice en algunos países, no deberían ser exageradamente grandes o exageradamente costosos. En cuanto a esto, me gustaría citar el pasaje bíblico en 1 Pedro 3:3-4 donde dice: Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios.
Este pasaje bíblico no necesariamente está condenando que la mujer se arregle el cabello o use uno que otro adorno de algún metal precioso, o se vista con algún vestido modesto. Lo que condena es la ostentación, el llamar la atención por medio de un peinado escandaloso, el ser objeto de admiración por las joyas que usa, el usar un vestido extravagantemente costoso. La mujer temerosa de Dios no debe atraer la atención hacia sí misma sino hacia el Señor, por medio de su corazón dedicado a él, por medio de su testimonio de integridad. Adicionalmente, me gustaría mencionar también que, por evitar caer en la exageración en la vestimenta, la mujer piadosa no debe caer tampoco en el otro extremo, me refiero a descuidar su apariencia física. Ambos extremos son peligrosos. Lo correcto es un sano equilibrio, siguiendo los principios que aparecen en la Biblia. No hay nada de malo, por ejemplo, en que una mujer creyente eche mano de algo de maquillaje para realzar su belleza. Una vez una mujer preguntó a un pastor: ¿Sería pecado si me maquillo? El pastor le miró fijamente por un instante, y resueltamente le dijo: Yo creo que sería pecado si no se maquilla.