Soy un creyente nuevo. Acepté a Cristo como mi Salvador personal hace pocos meses. Al momento me siento muy mal porque no soy persistente en los caminos del Señor. Caigo reiteradamente en los males que hacía antes de recibir a Cristo y me da vergüenza recurrir a nuestro Padre en oración. Quiero ser un buen cristiano… en el nombre de Dios. ¿Puede ayudarme?
Comenzaré por felicitarle por haber recibido a Cristo como su Salvador personal. Es la mejor de las decisiones que pudo haber tomado. Esta decisión significa la diferencia entre la vida y la muerte para Ud. Antes de recibir a Cristo como su Salvador, Ud. estaba muerto espiritualmente hablando y condenado al castigo eterno en el infierno. Pero a partir del momento que Ud., con sinceridad, recibió a Cristo como Salvador Ud. llegó a tener vida espiritual, y su destino eterno ya no es el infierno sino el cielo.
Muchas cosas sucedieron el instante mismo que Ud. confesó a Cristo como su Salvador. Una de ellas es que Ud. llegó a ser una nueva criatura, un bebé espiritualmente hablando, un recién nacido a la familia de Dios. Como bebé es natural que Ud. haga cosas propias de los bebés. Una de las cosas típicas de los bebés es que tropiezan al caminar. Ningún bebé nace caminando y mientras aprende a caminar no son novedad las caídas. Pero una caída en un bebé que está aprendiendo a caminar no significa que ese bebé nunca va a caminar, solamente significa que todavía no está totalmente maduro.
En el campo espiritual es igual. Los bebés espirituales están en proceso de aprendizaje y no es novedad que caigan en pecado de vez en cuando. Esas caídas esporádicas, son la manifestación de que Ud. es todavía un bebé. Con esto no estoy justificando el pecado en su vida. No estoy diciendo que no importa cometer pecado cualquiera que sea, porque Ud. es tierno espiritualmente hablando. El pecado es ofensivo a Dios no importa si es cometido por una persona tierna espiritualmente hablando o por una persona madura espiritualmente hablando.
Lo que estoy diciendo es que Ud. no debe desanimarse por haber caído en algún momento de su etapa de crecimiento a la madurez. En otras palabras no se desespere porque todavía no logra total victoria sobre el pecado. Tenga paciencia. Recuerde que el camino hacia la madurez toma tiempo y esfuerzo y el proceso no está libre de caídas y retrocesos. Lo importante es que Ud. reconozca sus errores, los confiese al Señor y se aparte del pecado.
Proverbios 28:13 dice: «El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia»
Cada vez que caiga en el pecado, reconózcalo, admítalo, no se auto justifique, no eche la culpa al mundo o al diablo o a su débil carne. Reconozca que Ud. tiene el poder para no haber hecho lo que hizo, pero de todas maneras lo hizo porque Ud. quiso hacerlo. Vaya a Dios en oración y confiese su pecado. La confesión a Dios es la simple comparecencia ante Dios para decirle: Dios, esto que hice ofende tu santidad. Lo hice sabiendo que no debí hacerlo. Soy culpable. Estoy de acuerdo contigo en que esto que hice es contrario a tu voluntad.
Como resultado de su confesión, Dios le perdonará y le limpiará. Esa es la promesa de 1 de Juan 1:9 que dice: «Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.»
Una vez perdonado, diseñe algún plan para evitar volver a cometer lo que acaba de confesar. Supongamos que su pecado fue un mal pensamiento y ese mal pensamiento vino a su mente como resultado de mirar la tapa de una revista en un kiosco donde vende revistas pornográficas. Su plan para volver a caer en ese pecado, por ejemplo, podría ser sencillamente cambiar de acera cada vez que se aproxima a ese kiosco. De esa manera Ud. no estará dando oportunidad a la tentación. Esto es cuestión suya. Es su decisión voluntaria de apartarse del pecado.
Ud. dice que le da vergüenza acercarse a Dios después de haber caído en pecado. Bueno, el pecado produce vergüenza en la gente. Adán y Eva tuvieron vergüenza de Dios después que pecaron y por eso trataron de esconderse de Dios. La vergüenza en su caso, es un claro indicio de que Ud. es verdaderamente del Señor, porque si no fuera del Señor no tuviera vergüenza ninguna ante Dios por su pecado. Pero por cuanto su vergüenza es por sentirse mal por haber pecado, Ud. debe vencer esa vergüenza y recurrir a Dios para confesar el pecado.
Como vimos anteriormente, Dios le perdonará y le limpiará y Ud. dejará de sentir vergüenza ante Dios. Ud. afirma también que honesta y sinceramente desea ser un buen cristiano. Bueno, ese es un deseo loable. El problema es ¿Qué está haciendo para llegar a ser un buen cristiano? Los buenos cristianos no se hacen de la noche a la mañana o por el toque mágico de alguien. Un buen cristiano se hace por aprender a caminar poco a poco como Dios quiere que caminemos. Esto es algo que Ud. no va a poder lograrlo solo. Ud. necesita primeramente la ayuda de Dios por medio del poder de su Santo Espíritu y después de personas maduras espiritualmente hablando que le ayuden a crecer espiritualmente.
Esto es lo que se llama el discipulado. Busque una persona madura espiritualmente hablando en la iglesia que le guíe en la senda hacia la madurez cristiana. Yo fui discipulado por un misionero. Después de Dios es a él a quien debo en gran parte lo que soy ahora. Este misionero tomó tiempo para reunirse a solas conmigo al menos una vez por semana por espacio de una hora como mínimo. El me mostró en la Biblia que yo tengo seguridad de Salvación, no porque la merezca sino porque puse mi esperanza en Cristo mi Salvador. Esto me libró de vivir en la permanente duda de saber si seré o no seré salvo.
Luego este misionero me enseño que la Biblia dice que los creyentes debemos bautizarnos. Esto es un mandato y es una muestra de obediencia a Dios. Si Cristo se bautizó, entonces ¿Por qué no yo? Fue así como me bauticé en agua. Si Ud. todavía no se ha bautizado en agua, debe hacerlo lo antes posible para no seguir en desobediencia a la palabra de Dios. Este misionero me enseñó con su ejemplo que debo ser fiel a las reuniones de la iglesia evangélica, porque la palabra de Dios dice que los creyentes no debemos dejar de congregarnos como algunos tienen por costumbre, o por mala costumbre como digo yo. Esto se hizo carne en mí y si he faltado algún domingo al templo habrá sido porque estuve muy enfermo o de viaje a algún lado.
Este misionero me enseñó a ofrendar al Señor porque la palabra de Dios dice que debemos honrar al Señor con nuestros bienes. Esto me ha servido mucho para formar en mí un verdadero interés por sostener económicamente a la iglesia y a los ministerios cristianos como La Biblia Dice…
Fue durante el discipulado que aprendí a como seleccionar a mis amistades para que las amistades no sean un tropiezo en mi vida. Recuerde el popular dicho: Quien con lobos se junta, a aullar aprende. En el discipulado también aprendí a compartir el mensaje del evangelio con otros para que de esa manera yo pueda ser utilizado por Dios para guiar a otros a los pies de Cristo.
El misionero que me discípulo me enseñó a reconocer una tentación y enfrentar esa tentación usando la palabra de Dios siguiendo el ejemplo de Cristo cuando enfrentó él también la tentación. En el discipulado aprendí a memorizar la Biblia y a meditar en la bendita palabra de Dios. Si no hubiera sido por el discipulado, yo hubiera sido un creyente de montón, como muchos hoy en día.
Pero Ud. no debe ser un creyente de montón. Ud. debe ser un creyente fuerte y maduro. Un creyente que se levanta como un faro en medio de las tinieblas de este mundo, pero para lograrlo, Ud. debe pagar el precio. El precio es el discipulado que toma tiempo y esfuerzo. Yo le desafío a buscar de cualquier manera ser discipulado.