David Platt, en su libro radical tiene una frase: “con tanta hambre que no puede hablar”.
El hambre espiritual te lleva a estar en silencio, callado, sin moverte con tal de recibir algo de alimento de Dios.
Pero como en la dieta diaria, si nos llenamos de golosinas, cuando llega el momento de almorzar no tenemos hambre.
Algunos matan el hambre con alguna fruta o bebiendo litros de agua, y está bien si es que están tratando de bajar de peso. Lo terrible es cuando este comportamiento lo llevamos al ambiente espiritual.
Algunos nos quejamos cuando la predica supera los 40 minutos, pero los que tienen verdadera hambre espiritual quedan horas atentos tratando de entender.
¿Has luchado con Dios, en un versículo, y no te lo quieres dejar ir esperando que te bendiga?
¿Simplemente lees la Biblia o buscas entenderla?
¿Sientes hambre de crecer?
¿Te aburre escuchar a Dios?