Soy una madre muy feliz con mi hija y mi esposo. Antes de casarme era una persona muy responsable en la iglesia, pero ya es bastante tiempo desde que me retiré. A veces siento que me hace mucha falta asistir, pero pongo el pretexto de que tengo que hacer el aseo en la casa y no voy, y eso me hace sentir muy mal. Soy una joven que desde que nací mi madre me llevaba a la iglesia. Quiero que me aconsejen por favor.
Lo primero que me gustaría preguntarle es lo siguiente: ¿Es Usted creyente? Antes que me dé una respuesta rápida, note que no le estoy preguntando si iba o está yendo a una iglesia evangélica. Lo que le estoy preguntando es si alguna vez, recibió a Cristo como su único y suficiente Salvador. Asumiendo que ya había tomado la decisión de recibir a Cristo como su Salvador o que lo hizo en este momento, el siguiente paso sería tomar la decisión de dedicar o consagrar su vida al Señor. Note lo que dice Romanos 12:1-2 Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.
Rom 12:2 No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
Esto habla de una decisión personal que todo creyente debe tomar en el sentido de consagrar o dedicar su vida al Señor. Si toma esta decisión de corazón, deberá poner a Dios como lo más importante de su vida. Esto implica que debería dedicar parte de su tiempo a la lectura y el estudio personal de la Biblia y también dedicar parte de su tiempo a la oración personal. Además, le aconsejo que busque la forma para que una mujer creyente madura en la fe le discipule. El discipulado es la manera como un creyente maduro ayuda a un creyente tierno a crecer en la fe. Durante el proceso de discipulado se irán haciendo evidentes las áreas de su vida en las cuales es necesario trabajar. Durante el proceso de discipulado, aprenderá sobre la seguridad de salvación, sobre la necesidad de bautizarse en agua, sobre la importancia de escoger sus amigos, sobre la ofrenda, sobre cómo compartir su fe con otros, sobre cómo ser una buena esposa, sobre cómo criar a sus hijos, sobre cómo luchar contra la tentación, y lo que tanto necesita, sobre, la responsabilidad, no… mejor sobre el privilegio de congregarse. Note lo que dice Hebreos 10:25 no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.
Esto es un mandato. Si ha dedicado su vida al Señor, no puede vivir sin congregarse. No espere sentir que debe ir a la iglesia, vaya, aunque no sienta que debe ir. Es una cuestión de la voluntad. Es cuestión de obedecer lo que Dios ha dicho en su palabra. Organice su vida y sus tareas de hogar de manera que le permita asistir a las reuniones de la iglesia al menos todos los domingos. Satanás hará todo lo posible para evitar que se congregue, pero no se rinda ante las artimañas de Satanás. Vénzalo con el poder del Espíritu Santo que ya mora en su vida. A medida que se va congregando llegará un momento cuando congregarse no será un deber sino un deleite.