Si tienes cerca de ti una Biblia ábrela, por favor, en el capítulo 18 del evangelio según narra San Lucas. Allí te encontrarás con algunas escenas en las que se destaca la actitud persistente de aquel que desea fervientemente la bendición de Dios y, obviamente, la consigue. Veamos. Los primeros versículos narran, en labios del mismo Señor, el ruego suplicante de una desprotegida viuda ante su Rey. Este, cansado de tanta insistencia, y para no ser más molestado, le concede su petición. Luego sigue el relato de dos hombres que oraban. Uno, de los labios para afuera, era un presuntuoso fariseo (qué raro, los religiosos de siempre). El otro, un arrepentido cobrador de impuestos. El primero rogó por misericordia y fue oído, el segundo, no. En el verso 36 es un ciego y mendigo que hasta el cansancio pide sanidad. “¡No molestes más al maestro!”, fue el reproche de la gente. Pero seguía y seguía hasta que captó la atención de Jesús y se adueñó, por la fe, del milagro. Es que la condición para el milagro no es jerarquía social sino necesidad espiritual. Y esta página no me alcanzaría para hablar de Jacob, luchando con el ángel y diciéndole: “No te dejaré hasta que no me bendigas”, o la mujer con flujo de sangre que mientras se acercaba al Señor por detrás se repetía a sí misma: “Si tan solo lograra tocar el borde de su manto. Si tan solo lo lograra…” ¡Y lo logró, y se apropió de su milagro también! ¿No será que tu milagro se demora en llegar porque aún no lo deseas insistentemente?… “Clama a mí y Yo te responderé”, dijo Jehová. “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas así clama por ti, Oh Dios, el alma mía”, dijo David. ¿Vives desesperado por la bendición de Dios? Mientras mantengamos una posición indiferente a su obrar, mientras sigamos diciendo: “Bueno, si lo logro bien y si no también”, o “si abandono este pecado bien y si no también”, “si obtengo mi corona aquel día bien y si no también”, nunca lograrás nada, pues el que a nada apunta… (Tú ya sabes el final).

Pensamiento del día:

… a nada le acierta. (Por si tu orgullo te impidió preguntar)