“En lugares de delicados pastos me hará descansar. Junto a aguas de reposo me pastoreará y confortará mi alma.” Salmo 23: 2-3

Repasar la lectura del libro de Apocalipsis es todo un desafío. Un increíble tour profético de eventos impresionantes que sucederán pronto sobre la tierra. Esta película en 4D fue expuesta ante un único espectador de nombre Juan, que rondaba por los ochenta años de edad.

No era fácil para el anciano apóstol transcribir lo que veía. Guiado por el Espíritu Santo, escribió con su pluma valiéndose de ilustraciones comunes de su época. Juan se esforzó por describir cosas que no comprendía: armas sofisticadas, escenarios de guerra de dos milenios adelante… Era como si nosotros intentáramos, con nuestro lenguaje actual, describir tecnología futura que existirá en dos mil años.

En medio de semejante agitación mental, visual, emocional y espiritual, Dios hace una pausa en el relato y ofrece al cansado escritor un refrigerio en el capítulo diez, un alimento especial, una fortaleza nueva, una dosis fresca de su presencia, de su palabra y de su poder. Eso fue más que suficiente para que Juan continuara escribiendo doce capítulos más.

Se le presentó el mismo Señor resucitado, quien lo acompañó por todo el libro. Le dio de su presencia en medio de la agitación. Y se mostró como “Ángel fuerte” para manifestar su fortaleza y su poder, patrimonio exclusivo del Dios omnipotente. Juan escuchó a Dios.

Él escribió: “me dijo”; ésa era su eterna Palabra. Ahora, pensando en nosotros, ¡cómo la desestimamos tantas veces! ¿Verdad? Luego escribió: “y me dio un libro para que lo coma”. Como recomendó el apóstol Pedro a sus hermanos: “desead como niños recién nacidos la leche espiritual no adulterada”. Alimentarse de la Palabra de Dios es necesario para todo aquel que desee crecer en la vida de piedad.

Nuestra vida se asemeja a esta realidad. Las diferentes etapas agitadas que nos tocan transitar, los escenarios de los que somos espectadores en los que presenciamos acontecimientos traumáticos, producen en nosotros cansancio, agitación y temor. Pero Dios siempre está pendiente de nuestra salud física, emocional y espiritual; y nos sale al paso con sobredosis de gracia, porque de su plenitud tomamos todos, gracia sobre gracia (Juan 1.16).

Éste es un de los pasajes que más amo del evangelio de Juan. De su plenitud: observemos que no encargó a otros la responsabilidad de nutrirnos. Él nos engendró y Él nos alimenta. Plenitud, en griego pleroma, implica que tenemos todo lo que necesitamos. Y tomamos todos pues Él no discrimina. Gracia sobre gracia, más gracia, más y más gracia… ¡¡¡Sobredosis de gracia!!!

Pensamiento del día:

“Gracias, Padre, por tu poder, presencia y Palabra en medio de mis agitaciones”.