Lo seres humanos tenemos una característica común:

Siempre dejamos algunas cosas inconclusas en nuestras vidas. Por más obstinados que podamos llegar a ser, no logramos concluir con todo.

A veces, los obstáculos están en nosotros mismos, otros son externos. Es más, recuerda las metas que te propusiste al comenzar a transitar este año. Quizá tu agenda hizo una larga lista de “cosas para hacer” o de proyectos para consumar, sin embargo, al compararla con tu lista actual en este último tramo, tienes que tachar muchas de ellas pues solamente quedaron en iniciativas.

Un nuevo estudio, un viaje, un cambio laboral, una nueva relación, un servicio nuevo o nuevos emprendimientos, con el rótulo de inconcluso. Pero Dios no tiene esa debilidad. Él no deja cosas sin terminar. Lo que se propone desde el principio y en la eternidad, lo cumple más allá de nosotros mismos. Nada detiene su mano ni su Poder. Insiste en hacer lo que estaba dispuesto para nosotros.

Me gusta lo que ha dicho Rick Warren en su libro “Una Vida con Propósito” respecto al por qué estamos en esta vida: “No eres un accidente. Tu nacimiento no fue un error o infortunio, tu vida no es una casualidad de la naturaleza. Tus padres no te planificaron; Dios lo hizo. A él no le sorprendió tu nacimiento. Es más, lo estaba esperando” (pág. 21)

Esa obra de Dios comenzó con un plan perfecto para salvarnos a través de Cristo. Lo consumó en la cruz. También es una obra ligada a un propósito para ti y para mí en esta tierra. La consuma cada día si buscamos su voluntad.

Pero no culmina con esto, sino que es una obra eterna que se hace perfecta en el cielo. Lo que Él prometió lo cumplirá.

No depende de nosotros porque nada lo condiciona. Él es soberano y lo que pensó para nosotros lo hará. Sumarnos a ese Plan y abrazar por fe ese propósito, nos da confianza, dirección y esperanza.

Pensamiento del día:

No eres un accidente de la naturaleza sino un diseño perfecto pensado por Dios desde la eternidad.