Todos quisiéramos ser felices, pero no nos es fácil lograrlo. El problema es que creemos que solo obteniendo más de lo que este mundo nos ofrece, podemos tener la felicidad.

Dios es la única fuente de felicidad verdadera. Dios no necesita nada ni a nadie para hacerte feliz. Aún antes de que el mundo fuese, las tres personas de la Trinidad estaban en completa paz y armonía. Dios hace que sus hijos sean felices, tal como Él lo está.

Esto es necesario porque no somos lo suficientemente fuertes y buenos para hacernos felices a nosotros mismos. Dios debe ser la exclusiva fuente de gratificación. Aun cuando la mayoría de las cosas materiales nos lleguen a faltar, podemos estar siempre felices, porque aún y cuando tengamos muy poco de lo que este mundo ofrece, tenemos las bendiciones espirituales de parte de Dios.

En Cristo puedes tener todo lo que necesitas.

Esta felicidad cristiana es llamada a veces, el contentamiento. La primera cosa que podemos decir acerca de la felicidad cristiana es que proviene de adentro. Es posible que una persona pueda dar la impresión de estar feliz simplemente por no quejarse, cuando en realidad en lo profundo de su ser, la persona esté inconforme. Pero Dios sabe realmente lo que uno piensa y siente.

El rey David escribió en el Salmo 62:5, “Alma mía, en Dios solamente reposa”, porque él sabía que ésta era la única manera para estar verdaderamente feliz. En forma semejante, esta confianza en Dios, esta felicidad que proviene de dentro del cristiano afecta la totalidad de su ser.

David sabía que Dios estaba controlando todo; pero aun así, cayó en depresión porque no dejó que la verdad afectara su manera de pensar.

Por eso escribió: “¿Por qué te abates alma mía y te turbas dentro de mí?” (Salmo 42:5). Igual como David, nosotros tenemos que fijar nuestros corazones en el tipo de felicidad que comienza de adentro y nos hace completamente felices hacia afuera.

Pensamiento del día:

Felicidad no es un destino al cual llegar, es el vehículo en el cual viajo. (Llegue donde llegue)