Podrán cambiar las épocas, haber catástrofes naturales que sepultarán ciudades enteras, intolerancias humanas que intentarán hacer desaparecer culturas y razas, se sucederán las guerras unas tras otras cada vez más cruentas, pero cuando las luces del último acto de la historia de la humanidad empiecen a apagarse, habrá hombres y mujeres corriendo desesperadamente a abrazarse con sus hijos, eso es justamente la familia.

Podemos concebir, como lo hubo, un mundo sin confort, sin velocidad, sin ciencia, hasta sin dinero, y sin muchas cosas más de nuestro tiempo, pero nadie puede imaginar una humanidad sin familias. La familia es la cuna de la vida, es el ente formador del individuo en su perfil físico, emocional y espiritual.

Todo lo que existió y existe tuvo su nacimiento, esplendor y ocaso, su estabilidad y sus crisis.

Pero la familia no está ajena a este impacto. Hoy, con todas las ciencias del conocimiento humano, ha entrado en su etapa de mayor crisis, un momento tan dramático como nunca antes había vivido.

Nadie discutía la necesidad de una familia para criar a nuestros hijos, pero los conceptos han comenzado a bifurcarse cuando escuchamos declaraciones como las que dicen que el modelo de criar a los hijos entre padre y madre ha fracasado, por lo que hay que dar libertad a modelos nuevos.

Por ejemplo, la unión de lesbianas u homosexuales, adoptando hijos, o recurriendo a los laboratorios para que se gesten en probetas. Estas medidas se mencionan como una posible solución a la crisis que la familia atraviesa. Hablar de ejercer autoridad y exigir obediencia en el seno familiar, es escuchado con ceños fruncidos en una época donde se promueve la libertad y la igualdad.

Así estamos y… ¿A dónde vamos?

Apartarse de los designios divinos para la sagrada familia es acercarse al caos de la humanidad. Sólo regresando al Manual de vida: la Palabra de Dios y a la Fuente de la vida: el Dios de la Palabra, el hombre y la mujer, el padre y la madre, la familia de hoy tiene esperanzas.

PENSAMIENTO DEL DÍA:

Podemos concebir un mundo sin confort, sin velocidad, sin ciencia, hasta sin dinero, pero nadie puede imaginar una humanidad sin familias.