“Me honras ungiendo mi cabeza con aceite. Mi copa se desborda de bendiciones” Salmo 23:5 (NTV)

Sólo quienes han cuidado ganado conocen los serios problemas que los insectos presentan a las bestias en el estío. Para mencionar sólo unos cuantos parásitos que atribulan al ganado y le hacen la vida imposible: moscardones, larvas de estro, garrapatas, moscas nasales, tábanos, moscas negras, mosquitos, jejenes y otros diminutos insectos alados que proliferan en esa época del año.

Sus ataques a los animales pueden convertir los dorados meses de verano en un tiempo de tortura, y volver locas a las ovejas.

A las ovejas las ataca especialmente la mosca nasal. Estas mosquitas zumban alrededor de la cabeza de la oveja, con la intención de depositar sus huevos en las membranas húmedas y mucosas de la nariz de la oveja. Si logran hacerlo, los huevos se incuban en pocos días y nacen pequeñas larvas delgadas y vermiformes.

Avanzan por las fosas nasales hasta la cabeza de la oveja; horadan la carne y provocan allí una intensa irritación acompañada de seria inflamación.

El pastor suele usar un remedio casero compuesto de aceite de linaza, azufre y alquitrán, que unta sobre la nariz y cabeza de la oveja como protección contra las moscas nasales. (Phillips Keller)

Con frecuencia, pequeñas cosas, suelen entrar a nuestra vida y enloquecernos. Pesares, cargas, enemistades, culpas, pensamientos negativos o pecados ocultos que dejamos posar en la “Nariz” del alma y del corazón mientras el proceso de enfermedad avanza hasta irritarnos, deteriorarnos y desanimarnos.

La Palabra de Dios utiliza siempre la imagen del aceite para referirse a la obra del Espíritu Santo.

Su intervención en nuestras vidas es como ese remedio que el pastor utiliza para sanar y proteger a sus ovejas de infecciones mortales. Su presencia nos hace tomar conciencia del pecado y nos instruye para que podamos buscar la ayuda del Pastor y vivir sanos por la obediencia y la santidad.

Pero sobre todas estas cosas, Su Espíritu da vida. ¿Tienes el Espíritu de Dios? Busca su intervención por medio de la fe y deja que su obra sea como ese ungüento que cura, protege y restituye lo que el pecado dañó.

Pensamiento del día:

Aprende a poner atención en las pequeñas cosas. Quizá un día mires atrás y te des cuenta de que eran cosas grandes.