El tenista profesional Martín Del Potro, se enfrentaba al número uno del ranking mundial. Todos pensaban que era imposible ganarle a Djokovic, pero él lo logró.

Tenía una férrea preparación y una fuerte esperanza depositada en su equipo. En los deportes no siempre se gana, perder es algo que siempre va a ser inevitable, y el número uno lo aprendió en la cancha. Pero los deportistas siempre tienen que levantarse.

No por una derrota su carrera se frustrará. Estos íconos del deporte mundial en todas sus disciplinas cuentan con cierto recurso extra, ese motor interior que les impulsa a levantarse cuando todo a su alrededor le indica lo contrario.

Así es la vida. Dios usa, en varias ocasiones, esta analogía para alentarnos en la carrera cristiana. Conceptos como sacrificio y renuncia, disciplina y paciencia o excelencia en la entrega se destacan como “principios básicos” para todo aquel que quiera estar en forma, en lo que a su espíritu se refiere.

A los hijos de Dios nos pasa exactamente lo mismo. Muchas veces caemos. Parecía una victoria segura y de repente… Lo imprevisto, lo indeseado, lo que nunca pondrías en la lista de tus proyectos.

Dios nunca nos asegura una vida perfecta ni libre de contratiempos, pero tenemos la esperanza de que Dios siempre esté a nuestro lado. No nos frustramos ni nos desilusionamos.

Muchas veces creemos que nuestros problemas son demasiado grandes y que no tienen solución, pero nos equivocamos, NADA ES IMPOSIBLE PARA DIOS.

Dios no nos asegura una vida sin caídas, pero sí su mano extendida, que siempre nos levantará. Enfrentar los horizontes de crisis con las promesas de Dios bajo el brazo es la garantía que necesitamos para continuar y alcanzar el triunfo.

Nunca olvides que todo intento de conquista basado en tu experiencia, tus recursos o tu propio plan corre riesgo de fracasar. Solo en dependencia de Dios y en la guía de su Palabra es que tendremos el triunfo asegurado.

Pensamiento del día:

Dios no busca siervos que nunca caigan sino que siempre se levanten.