Una de las personas más influyentes en el mundo de la ciencia dijo:” El mundo como lo hemos creado es un proceso de nuestro pensamiento.

No puede ser cambiado sin cambiar nuestro pensamiento”. (Albert Einstein) Cuando se refiere a que somos creadores del mundo, no está queriendo otorgar al hombre el poder creador, eso solo a Dios le pertenece. Sino que más allá de lo creado realmente, existe una percepción del mundo y de la vida que depende de cada uno de nosotros.

El mundo no solamente “Es” sino que “Es según lo percibimos”. Si pensamos de manera positiva y optimista, nuestra existencia tomará cierto rumbo; pero si el pesimismo y la negatividad nos invaden, el rumbo será totalmente diferente.

Bien conocida es la historia de aquellos dos enfermos que yacían en un hospital. El que estaba frente a la ventana relataba todos los días lo hermoso del paisaje y describía a su compañero de sala, quien no podía acceder a esa ventana, lo que niños y grandes hacían en la plaza cada tarde.

Cuando este enfermo fallece, su cama de la ventana queda libre y es ocupada por el otro interno. Grande fue su sorpresa, cuando al asomarse por la misma, observa que lo que había realmente era un muro alambrado tan alto como el hospital.

Por eso, la palabra de Dios tampoco se equivoca cuando dice del ser humano que, como piensa dentro de sí, así es él. (Proverbios 23:7)

Todas nuestras emociones y percepciones del mundo generan un mapa de representaciones en nuestro cerebro. Si vivimos con miedo, con enojo o con vergüenza, todas las experiencias que atravesamos estarán definidas desde ese lugar.

Si nos sentimos seguros, felices y tranquilos, el modo de entender las circunstancias será más saludable para nuestro cuerpo, pero aún más para nuestra alma.

Dios nos ha dejado un modelo para pensar. Su consejo es que nos enfoquemos en lo que es Verdad, en lo Justo, en lo que no nos avergüence, lo puro y lo amable. Encontrarnos con Jesús es también encontrar una nueva mirada del mundo, de la vida y de Su propósito.

Pensamiento del día:

«Siembra un acto y cosecharás un hábito. Siembra un hábito y cosecharás un carácter. Siembra un carácter y cosecharás un destino».