No bastarán estas palabras para describir a Dios. Sin embargo, revisar lo que conocemos de Él nos define espiritualmente.

El mundo occidental ha desplazado mucho más que oriente la búsqueda de Dios. Parecería que Occidente va tras sus deseos. Los medios y los bombardeos de avisos comerciales nos hacen creer que necesitamos esto o aquello y cuando lo alcanzamos, surge una nueva “Necesidad” que realmente no es en sí, tan “Necesaria”.

Creemos que solo consiguiendo cosas estaremos llenos en el alma. Así, en esta desenfrenada carrera, Dios y Su persona quedan en otro plano. Su Majestad y Perfección se esconden tras las bambalinas del teatro de nuestra vida. Desconocemos a Aquel que es el Único que puede darnos respuesta y sentido de quiénes somos y para qué estamos en este mundo.

O quizá, en el intento por descubrirlo, le traspasamos a Dios sentimientos o referencias que provienen de nuestros padres terrenales, quedando sujeto a posibles rasgos injustos o violentos, según haya sido nuestra experiencia con ellos.

Desde los orígenes, la Biblia intenta desesperadamente que conozcamos a Dios. Empieza su presentación como el Creador del Universo y todo lo que hay en Él.

De la nada creó todo. Dijo y fue hecho. Proveyó a través de Su Obra creadora lo necesario para que los seres humanos viviesen de manera perfecta.

Y aún cuando hubieron desobedecido, los cubrió de sus vergüenzas y volvió a dar oportunidades.

Pero si avanzas en la lectura del Antiguo Testamento, verás que hizo pactos con hombres comunes como tú o como yo. Se presenta en cada una de las historias, como un Padre interesado integralmente en la vida de los hombres. Sus preceptos referían a la salud, a la política, a la moral y también al modo espiritual de relacionarse con Él.

Aunque los hombres fallaron su parte en este pacto, Dios se muestra en el Nuevo Testamento ofreciéndonos por amor, a Su Hijo.

Él mismo hecho hombre para que podamos conocerlo aún más. Y al final, Apocalipsis nos desafía a esperar su regreso. ¿Será allí un desconocido para ti?

PENSAMIENTO DEL DÍA:

La finalidad de conocer la Palabra de Dios, es conocer al Dios de la Palabra.