Es común oír de parte de aquellos que ya pasaron algunas décadas de vida, decir algo así como: “¡Yo ya estoy hecho!”, intentando resumir la vida.

Una manera de explicar que ya vivieron, ya hicieron, ya se asombraron, ya se preocuparon y tantas otras cosas propias de la experiencia.

Uno podría pensar que a esa edad ya no existen demasiados riesgos. Lo que no hicieron antes, difícil lo hagan en su edad mayor.

Sin embargo, esta idea resulta errónea. Nunca estamos hechos del todo, ni de jóvenes ni de viejos. Somos un constante “Siendo”. Podemos equivocarnos o tomar malas decisiones aun cuando creemos tener todas las cosas superadas. Ejemplo de esto es el de Joab, un valiente general de ejército.

Uno de los hombres más confiables del rey David. En ninguna de las reyertas o subversiones que el reinado había sufrido durante toda la monarquía, Joab había fallado. Su lealtad al rey era indiscutible.

Ni siquiera cuando Absalón, se rebela contra su padre, él cede. Sin embargo… fíjate que al final de sus días, cuando Salomón ya era rey, se une a la rebelión liderada por Adonías, un hombre ambicioso y manipulador. Así traiciona toda la lealtad que había sostenido y muere de manera vergonzosa. (1° Reyes 2)

El problema es que los seres humanos nos confiamos demasiado en lo que somos e hicimos. Personas correctas y buenas llegan a fundar hogares hermosos, ser ejemplo en sus trabajos y comunidades; pero caen luego en lo que no creían improbable.

Así ponen en riesgo su reputación y se destruye todo lo que se había construido. Ser cuidadosos con nuestras emociones y pensamientos, protege también nuestras decisiones. Debemos estar alertas, registrar cuando algo no anda bien y frenar a tiempo.

Quizá surjan áreas donde nos sentimos débiles y vulnerables, busca entonces alguna persona a quién rendir cuentas. Eso no necesariamente es debilidad, sino todo lo contrario, implica fortaleza de carácter y humildad para reconocer cuándo solos nos podemos.

Jesús nos dio espíritu de poder y no de cobardía, para vencer con el bien el mal. Si ponemos nuestras vidas bajo Su autoridad, Él nos guarda y nos enseña.

PENSAMIENTO DEL DÍA:

No quiero cosas grandes en mi vida sino cosas pequeñas que hagan grande mi vida.