Estaban bellamente acomodadas en una bandeja sobre la mesa.

Eran exactamente iguales a las reales. El color, la textura y la forma confundían a cualquiera. ¡Hasta daba ganas de comérselas! Pero eran de plástico. Frutos artificiales. Entre las verdaderas, lucían hermosas, en apariencia, peras, manzanas y limones artificiales. Lograban confundir hasta que las llevabas a tu boca y reconocías el error.

No fueron producidas en la planta sino en la fábrica. Nunca soportaron lluvias, fríos ni heladas. Fueron pintadas a mano, procesadas en serie, pasaron un riguroso control de calidad y la lanzaron al mercado como “frutos artificiales”.

En apariencia, perfectos, pero por dentro… NADA. Jesús habló mucho del hecho de “dar fruto”. Pero fruto genuino, producto de permanecer unidos a Él como una rama fructífera al tronco madre. Fue el tema central durante su discurso de despedida camino al huerto, la noche que fue arrestado, según narra el evangelista Juan.

Antes de exhortarles a que lleven vidas fructíferas permaneciendo en Él en el capítulo quince, dedicó un extenso discurso, en el capítulo catorce, para hablarle de la pronta morada del Espíritu Santo en ellos, inmediatamente después de su ascensión al Padre. Es que ambas cosas van unidas.

No puedo dar fruto sin la asistencia sobrenatural de Su Espíritu. De todos los frutos esperados por Dios, el vivir una vida apartada del pecado y las tendencias carnales, es el más difícil de lograr.

Difícil, siempre y cuando lo quieras lograr solo, con un mero esfuerzo carnal, separado de Aquel a quien, justamente, intentas obedecer, agradar y honrar.

El apóstol Pablo dice, escribiendo a los Gálatas, capítulo 5:24, “Pero los que son de Cristo han hecho morir en la cruz a su carne con sus pasiones y deseos”. Fíjate que no dice “se han crucificado”, sino “han hecho”. ¿Sabes? Tú mismo no te puedes crucificar. Cuando clavaste una de tus manos ya no puedes clavar la otra.

Necesitas asistencia. Es entonces cuando aparece Dios en escena y te dice: ¿Cansado de luchar con tus debilidades? ¿No logras ni siquiera un fruto de santidad? Permanece en mí cada día y déjame a mí.

Yo sé lo que hago. Tu esfuerzo es permanecer cada día fiel, el resto es un proceso que dará su fruto, tarde o temprano.

Pensamiento del día:

Un fruto artificial es el resultado de una piedad superficial.