Alguien escribió: “Las oportunidades son como los amaneceres, si esperas demasiado, te las pierdes”.

A veces, las oportunidades están ahí frente a nosotros invitándonos a arriesgar, a decir, a dar, a jugarnos o a empezar algo otra vez.

Sin embargo, aparecen nuestros prejuicios, dudas, postergaciones y distracciones saboteando todo desafío. Perdemos “amaneceres” simplemente por quedarnos esperando demasiado. Y el amanecer es un instante, ese preciso instante que pasa rápidamente y luego no será más.

Quizá, así pensó la mujer que irrumpió un banquete al que Jesús había sido invitado en casa de Simón, el que había estado leproso.

El relato dice que llegó una mujer con un frasco de alabastro lleno de un perfume muy costoso. Rompió el frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús. A cambio, recibió críticas e incomprensión de los hombres sentados a la mesa, excepto de uno, Jesús, quien comprendió, valoró y exaltó esa obra de amor y de entrega total. Toda esa fragancia costosa derramada sobre sus pies. María, la mujer de la historia, aprovechó la posibilidad de adorar de manera personal, íntima y única.

Algunos días después, ya no iba a poder hacerlo porque estaba cerca el día en el cual Jesús sería entregado. Se atrevió a romper con los estereotipos religiosos y privilegió el encuentro.

¡Yo no llego a imaginar la sensación de satisfacción y llenura que le habrá traído ese instante! Exagerado para algunos, pero trascendente para ella. Inoportuno para todos; pero nunca tan oportuno para ella y Su Maestro. La adoración y el servicio no tienen fórmulas, ni reglas únicas.

Nuestras vidas son ese frasco de perfume que podemos romper para Dios del modo y en el momento que tengamos la oportunidad. La familia, los amigos, el barrio, la iglesia, el trabajo, un día al aire libre, las vacaciones o las noches de insomnio son oportunidades únicas e irrepetibles para derramar nuestro amor a Jesús y a los demás. No te lo pierdas.

PENSAMIENTO DEL DÍA:

Las oportunidades también tienen fecha de expiración.