Ante nuestros ojos transcurre un proceso fantástico llamado: globalización, un perfeccionamiento impresionante de las comunicaciones. Un progreso económico, técnico y científico nunca antes alcanzado.

A la vez, observamos con dolor, como los invitados a esta propuesta pos moderna son una minoría. Al mismo tiempo somos también espectadores de la incongruencia de un problema creciente de destrucción del medio ambiente, que cuestiona radicalmente el sentido mismo del progreso y de la civilización humana.

El problema no es, sin embargo, la globalización en sí misma, ni el avance técnico y científico, sino el espíritu del sistema, “Un espíritu caracterizado por el egoísmo” que ha reinado desde siempre y seguirá reinando en el corazón de todo ser humano.

Este “neoliberalismo” como ideología, oculta la realidad de muerte que crece con la globalización y justifica el sistema como el mejor y único posible. Esta sutil tendencia permite al sistema seguir destruyendo y matando de modo ilimitado, sin conciencia alguna ni respeto a los valores morales, mucho menos espirituales.

Si el problema fundamental no es el sistema, sino el espíritu del sistema, entonces se plantea para los cristianos el desafío a resistir a esta tendencia cultural, ética y espiritual, este “sistema” de globalización.

En realidad, esta resistencia no es una cuestión de “opiniones” (como algunos aducen), sino la defensa de la vida humana misma, vida creada por Dios.
El movimiento iniciado por Jesús se vio enfrentado a una situación semejante. El Imperio romano aparecía también como contracultura propuesta, y los cristianos no tenían ninguna posibilidad de pensar o construir un sistema alternativo.

El problema, como hoy, no era el sistema mismo, sino su espíritu idolátrico, enajenado de Dios y egoísta. Los cristianos no se enfrentaron directamente con el sistema, pero en cambio vivían una resistencia cultural, ética y espiritual que, a largo plazo, logró abrirse paso en medio de las demás culturas existentes en ese tiempo: La romana, griega y judía.

El desafío de Jesús ayer y hoy sigue siendo el mismo. Los cristianos vivían en el Imperio romano, pero no eran del Imperio. Y tú… ¿Estás con el mundo o en el mundo pero con Jesús?…

Pensamiento del día:

“Padre: No te ruego que los quites del mundo, pero sí te pido que los guardes del mal que hay en el mundo.” (Jesús)