Mi primera profesión ha sido la de maestra.

Recuerdo que mi mayor preocupación en aquellos momentos del ejercicio de la docencia era ¿cómo hacer para que los niños entendieran una enseñanza nueva? Buscaba imágenes, hacía carteles y planificaba todos los recursos necesarios para que pudiesen aprender más allá de lo que seguramente ya sabían.

Pero con el tiempo aprendí que la mejor manera de que eso sucediera era partiendo de experiencias concretas y cotidianas para ellos.

En los tiempos de Jesús, sus discípulos tenían con Él una relación de aprendizaje motivadora. Le llamaban Maestro, porque sus enseñanzas superaban a cualquier instrucción que hubieran podido recibir. Él era el Maestro de los Maestros y sus palabras eran la Verdad. La única Verdad.

Su manera de referirse a lo que necesitaban aprender, era a través de parábolas. Ese recurso era el predilecto de Jesús y el que más ayudaba a sus seguidores a comprender sus enseñanzas para modificar sus vidas, a partir de ellas.

En este texto que hoy reflexionamos, Él compara a la Palabra de Dios con una semilla, tres terrenos diferentes y por ende, tres resultados de crecimiento distintos también.

También a nosotros se nos transmite esta enseñanza, de que nuestra vida es el suelo que recibe Su Verdad. Algunos ni siquiera la reciben, porque se niegan a creer y han endurecido su corazón de tal manera que es imposible que las cosas de Dios lleguen a sus tierras.

Otros, han escuchado y se entusiasmaron mucho al principio, pero de una manera superficial y sin raíces, entonces, caen ante la primera tormenta de la vida. También están los que aparte de recibir la Palabra de Dios, se abren a otras creencias u otras cosas, las cuales terminan ahogando a la Verdad. Por último, están los que reciben la Palabra sinceramente y la atesoran perseverando en su enseñanza. Ellos, dice el Maestro, darán fruto.

¿Qué terreno prepara tu corazón? El deseo de Jesús es que tu vida se arraigue en Su Verdad.

PENSAMIENTO DEL DÍA:

Lo único que puede detener el crecimiento de Su fruto es tu resistencia a darle el mejor terreno.