El último libro de la Biblia revela el futuro inmediato de nuestra especie humana. (De ahí su nombre: “Revelación”, o Apocalipsis en griego).

Es un libro en su mayoría violento, traumático, sangriento. Ante la asombrada vista del anciano Juan, el último de los “Doce” aun con vida, se desplegaba cual película en 4 D, un resumen de los acontecimientos bélicos a escala mundial, los juicios de Dios sobre la humanidad impía, la 3° Guerra Mundial y catástrofes naturales nunca vistas hasta entonces, ni siquiera ahora, 2000 años después. No era nada fácil para este octogenario apóstol redactar lo que estaba viendo.

Los primeros capítulos describen problemas en las iglesias, los siguientes capítulos revelan caos en las naciones. Cada tanto le sorprende la debilidad en su propio cuerpo que necesitaba ser fortalecido (capítulo 10). Pero el Señor le proporciona cada tanto ciertos espacios de calma, ciertas pausas, invitaciones a mirar arriba, al cielo, y cada vez que Juan aparta sus ojos del caos en la tierra es bendecido con la calma en el cielo, donde siempre se encuentra con la misma imagen: Dios en su Trono.

Solamente en el capítulo 4 y 5 la palabra “trono” aparece más de 15 veces.
¿No será que también nosotros necesitamos concentrarnos más en el Trono de allá arriba que en el caos de acá abajo?… La disciplina de la oración calma la ansiedad típica de nuestras agitadas almas. Pues mientras oras, te transportas allá arriba, donde está Dios.

Yo sé que no podemos ni debemos sustraernos de los problemas de la vida, pues son permitidos, en su mayoría por Dios, para el desarrollo de nuestro carácter.

Pero a diferencia de aquellos que no tienen la luz de Dios en sus corazones, nosotros levantamos nuestros ojos al cielo cada vez que nuestros pies tropiezan. Ya sabes. Acá abajo todo irá de mal en peor, pero el cielo no está ni estará jamás en crisis. Allí no hay caos. Un ratito en el cielo cada día y verás cómo empieza a cambiar todo tu mundo.

Pensamiento del día:

Cuantos más problemas tengamos acá abajo, más necesitamos mirar allá arriba.