El día que aprendamos, de una vez por todas, a sacarle provecho a nuestras pruebas y a nuestras tormentas, de seguro que toda nuestra perspectiva de vida cambiará.

No intento con esta postura ser místico, insensible o masoquista. Soy humano, igual que tú. Me duele también el sufrimiento.

Mi ser se revela ante cada nueva adversidad, y me canso, casi siempre, de estar otra vez bajo “el yunque” en el “taller del Maestro”. Pero es entonces, cuando acaba el “día malo”. Son esos tiempos de quietud que vienen después de la tormenta, cuando me pongo a reflexionar sobre el propósito de Dios al haber permitido que eso acontezca, y siempre rescato algo positivo.

Una nueva lección de vida. Lección que nunca podría haber aprendido de no haber atravesado esa experiencia traumática. Nuevos perfiles de mi carnalidad y de mi enajenada vida de Dios que no los estaba percibiendo y me estaban lastimando, afloran. Ahora los veo. “De oídas te había oído, mas ahora mis ojos te ven”, exclamó el patriarca Job, luego de pasar sus “cenizas del alma”.

Pero lo ideal es obtener esa perspectiva confiada en Dios, esa fe aferrada en sus promesas antes de que acabe la prueba. Es durante el valle de sombras de muerte cuando no debo temer mal alguno.

Esa actitud confiada en un Dios que siempre tiene el control de TODO, es lo que me ayuda a sacarle provecho a la prueba de la fe. El hombre y la mujer de Dios saben decir “amén”, “gracias”, “Tú sabes”, antes, y no después de la prueba. Es la respuesta de fe de un hombre de fe.

Creo que entonces llegaremos al punto de amar las pruebas, de aceptar con emoción cada nueva tormenta que veamos formarse en el horizonte.

Nuestras experiencias pasadas serán altares levantados, recuerdos de victorias que alimenten nuestra fe para nuevos desafíos.

Entonces seremos cada vez más fuertes, más pacientes, más dependientes y menos quejosos.
Nunca olvides que te has metido voluntariamente en el taller del Maestro, y allí no faltan martillos, mucho fuego, golpes y más golpes.

Pero concéntrate en Quién es el que usa esas herramientas y cuál es Su propósito final.

Pensamiento del día:

El hombre de Dios aprende a decir: “no temeré mal alguno” aunque ande en medio del valle de sombras de muerte.