El profeta más exitoso de todo el Antiguo Testamento fue justamente el que menos disfrutó su éxito. Me estoy refiriendo a Jonás. Comienza su historia enojado y revelándose a la manifiesta voluntad de Dios. Continúa enojado cumpliendo la orden a regañadientes, y culmina enojado, sentado debajo de una planta de zapallo y dándole la espalda a Dios. También otros grandes hombres de Dios, cuyas biografías se narran en el texto sagrado, experimentaron sentimientos de enojo y frustración para con Dios, pero la diferencia es que tuvieron su momento de reflexión y buscaron, en el mismo Dios al que cuestionaban, respuesta para sus quejas y reclamos. Habacuc llegó hasta faltarle el respeto a Dios, pero reflexionó en la Palabra de Dios y acaba su historia alabando. Jeremías lloraba sus lamentos por Jerusalén pero cumplió con su encargo. Hasta Elías quiso morirse de frustración, porque era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, pero permitió ser reconfortado por Dios y sus “cuervos” mensajeros, se levantó de su depresión, salió de su cueva y retomó su comisión. Y así podríamos seguir hablando de Gedeón, de Jacob, de Moisés, de Juan el Bautista y de tantos que se debilitaron en su fe, cuestionaron el obrar de Dios, pero se dispusieron a oír su Palabra y esperar en silencio el desenlace de la voluntad de Dios.
Mira, siempre que les des una chance a la Palabra de Dios ella te hablará, porque es viva y eficaz. Al fin y al cabo Dios no se molesta en que nosotros nos molestemos con Él, ni siquiera aún si se lo decimos, porque al fin y al cabo es una forma de comunión. Pero lo que sí a Él le molesta es que le dejes hablando sin responderle y le des vuelta la cara, como lo hizo Jonás. Él tiene corazón de padre, y todo padre prefiere que su hijo le diga que está enojado y se sienten a hablar sobre el asunto antes de que se vaya de la casa y rompa relaciones.
De ahora en adelante no temas preguntarle a Dios “¿por qué?”, en medio de tus pruebas. Jesús lo hizo en su cruz, y… ¿No lo vamos a hacer nosotros?…
Pensamiento del día: Dios no se molesta en que nosotros nos molestemos con Él.