Hablando de “esas pequeñas cosas” que se nos quedan en el baúl de los recuerdos, el poeta Antonio Machado dice, en uno de sus versos: “Uno se cree que las mató el tiempo y la ausencia.

Pero su tren compró boleto de ida y vuelta. Son esas pequeñas cosas que nos dejó un tiempo de rosas, en un baúl, en un papel, en un rincón. Como un ladrón que acecha detrás de la puerta, nos tienen tan a su merced como hojas muertas, que el viento arroja aquí y allá, y nos hacen que lloremos cuando nadie nos ve.” (Pequeños recuerdos) Bueno, a veces no tan pequeños.

Tal vez son recuerdos traumáticos, o tal vez alegres. Escenas cotidianas o extraordinarias. Experiencias de triunfo o de derrota. Lo cierto es que el banco de nuestra memoria es un capital de vida.

Para algunos un capital que dejó un saldo en contra, para otros, saldo a favor. Del lugar que le demos a nuestros recuerdos del pasado, puede depender nuestro futuro.

Es interesante notar que la raíz de la palabra: “re-cordar” proviene del latín “corde” o corazón, por lo tanto recordar significa traer nuevamente al corazón. Es que allí radica la base de nuestras emociones, pensamientos y sentimientos.

Muchas veces el efecto de un recuerdo con sabor amargo puede ser nocivo para ese corazón, llegando a afectar nuestro sentir hacia uno mismo, hacia la vida y hacia las personas que me rodean.

Alguien dijo que las emociones son excelentes siervos, pero pésimos amos. ¿Vives controlado/a por tus emociones, o las tienes como súbditos en el lugar apropiado? No son inherentemente malas. ¡Dios quiso hacernos sensibles y emotivos!

Pero cuidado con cultivar un estilo de vida sensual en donde vivo condicionado por lo que siento, basándome en lo que pienso y regulado por mis recuerdos.

No olvidar que cada vez que recuerdas le cedes la llave de tu corazón a tu pasado, y si ese corazón está vacío de Dios, esos recuerdos tomarán el mando y harán estragos.

Pensamiento del día:

Del lugar que le demos a nuestros recuerdos del pasado, puede depender nuestro futuro.