Las historias de la Biblia, están cargadas de experiencias, por las que todo ser humano puede llegar a transitar, aquí en la Tierra.

La de un hombre llamado Job, es una de ellas. Padre de familia, recto, justo, piadoso y próspero, describe su presentación en un primer momento. Sin embargo, en un corto período de tiempo, es expuesto a perderlo todo, incluso su propia salud.

Como suele suceder en medio de las desgracias, los amigos “sabelotodo” aparecen para aconsejarlo. Lamentablemente, ninguno de estos tres hombres (Elifaz, Bildad y Sofar), logra traducir la tragedia y más allá de consolarlo, lo llenaron de culpas y reproches.

En este contexto, y después de mucho sufrir, Job exclama:” Si pudiera llegar a Dios y exponer mi causa…Si me dirijo al este no está. Si al oeste, no lo encuentro. Si está ocupado en el norte, no lo veo. Si se vuelve al sur, no alcanzo a percibirlo”.

Es fácil identificarnos, rápidamente con escenas como éstas. Esos momentos de la vida, en los cuales las cosas, no salen como teníamos previsto; y el mundo se nos da vuelta. Intentamos encontrar respuestas.

Desesperadamente buscamos explicaciones. Queremos soluciones y no aparecen. Sentimos muy lejos a Dios, y lo percibimos ausente.

Tejemos pensamientos que nos confunden, con la idea de que seguramente Él debe estar ocupado, en otros asuntos, sin importarle nuestra situación. Recibimos consejos equivocados, o en el mejor de los casos, alguna palabra amorosa; pero que cae sin sentido en nuestro corazón. Al igual que Job, suspiramos deseando encontrar la salida en el cielo.

Lo interesante de esta historia, es que no culmina con esta tragedia, sino que Dios se muestra con todo poder, a Su tiempo, y Job recibe entendimiento, comprensión y cambio. Así obró con Job. Así obrará Dios contigo.

Pensamiento del día:

El hombre se descubre, cuando se mide contra un obstáculo.