Es un hecho que el hombre y la mujer han sido creados libres para escoger el destino de sus propias vidas.

Pero también es un hecho que no han sido creados libres para manipular la consecuencia de sus elecciones. Por más que queramos, no nos queda otra opción que observar impertérritos, cómo cosechamos lo que sembramos a cada paso.

Tal vez con el paso del tiempo, (porque siempre se cosecha en la próxima temporada), pero que el mañana es una colección de consecuencias del ayer y del hoy ¡también es un hecho tan cierto como la vida misma!

A pesar de esta realidad, la mayoría de los seres humanos de todas las épocas, edades y condiciones sociales, han tenido el descaro de darle las espaldas a Dios, su Creador, y vivir como si nada les fuese a suceder como consecuencia de ese estilo de vida enajenado de Dios. “Yo soy así y a mí nadie me a cambiar. Además, puedo hacer con mi vida lo que se me antoje.

Si a Dios le gusta bien y si no, también.” ¿Te suena familiar este argumento?…

Lo paradójico de esta forma de pensar es que el afectado aquí en primea instancia no es tanto el Creador como su criatura. Obvio que a Dios le duele el “desplante” de su pueblo, porque nos ama, pero más le duele ver cómo nos lastimamos a nosotros mismos, intentando vivir vidas independientes, cuando somos seres creados con una dependencia crónica de la misma vida de Dios, y mientras no nos conectemos a Él, seguiremos por la vida dando lástima.

Saulo de Tarso (aquel asesino de cristianos transformado en apóstol), tuvo que ser derribado de su soberbia y quedar ciego por un tiempo, hasta comprender que, en verdad, estaba golpeando un aguijón, y el único lastimado era él mismo.

No hagas tú lo mismo. ¡Eres el primer perjudicado!

Pensamiento del día:

Darle la espalda a la vida Dios es exponer tu rostro a tu misma muerte.