El cuidado de las plantas suele ser una tarea terapéutica para algunos.

No necesariamente es tarea de mujeres. Muchos hombres son botánicos importantes y creativos paisajistas. Aquellos que disfrutan de plantar y cosechar, deben brindarles atención de vez en cuando.

No solamente se trata de propiciarles el agua y la luz para su fotosíntesis, sino revisar el espacio que ocupan. Mover la tierra y moverlas a macetas más grandes, cuando crecen, es sano para sus raíces y crecimiento. Por el contrario, si una raíz no encuentra el espacio suficiente para expandirse, a la larga esa planta morirá.

Quizá el autor del libro de los hebreos, tenía en mente esta figura al referirse al terreno de la amargura. La comparó con una raíz que se expande, si uno le da lugar en el corazón. Lo terrible es, que no crecerá para buenos frutos o flores hermosas, sino para contaminar, como si fuera un veneno que intoxica.

La Gracia de Dios en nuestras relaciones, es la única manera de limitar el desarrollo del rencor, la amargura y el odio. Si dejas de alcanzar esa Gracia divina, para perdonar, comprender, tolerar y liberar a quienes puedan haberte herido por alguna razón, tu ira crecerá y se hará expansiva.

Este texto de la Biblia nos da una única solución: Alcanzar la Gracia de Dios. No hay esfuerzos humanos que puedan con el agravio, la injusticia y la traición. Pero te preguntarás ¿Cómo alcanzar esa Gracia? ¿Qué tan lejos o cerca está? Está al alcance de tu espíritu y en las cosas cotidianas de tus días.

Cuando te dispones a devolver bien por mal, a bendecir a quienes te maldigan y a orar por aquellos que más han logrado dañarte, entonces estas alcanzando la Gracia de Dios. Es inexplicable lo que sucede en tu carácter, cuando te dispones a alcanzar este don divino.

Te animo a practicarlo, a experimentarlo y muchas de esas raíces intoxicadas, desaparecerán cambiando el significado de tu amargura en perdón y restauración.

PENSAMIENTO DEL DÍA:

Amarga tarea la del amargado es la de amargarle la vida a los demás