El reclamo introductorio que el profeta Amós hace en su libro, capítulo uno y dos, es lamentable.

Dios cuenta y denuncia pecado tras pecado de pueblos vecinos a Israel. Pueblos paganos e idólatras, pueblos cautivadores y devastadores del pueblo de Dios. La lista es extensa y cruel.

Se destaca la paciencia de un Dios misericordioso que espera hasta tres y cuatros veces que se aparten de sus pecados. Puedes leer cómo se repite la misma sentencia en los versículos tres, al referirse a Damasco, v.6 al referirse a Gaza, v.9, Tiro, v. 11, Edom, y así continúa la lista, hasta que en el capítulo dos, versículo 4 y 6 nos sorprende encontrar en este mismo listado a Judá e Israel. ¿Lo puedes creer? Tanto cautivadores como cautivos juntos en el banquillo de los acusados. ¡Cuánto dolor habrá sentido el corazón de Jehová, al denunciar entre su pueblo las mismas iniquidades de sus impíos vecinos!…

Sucede lo mismo con nuestras ingratas vidas. Agotamos la paciencia de Dios que espera y perdona, que aunque es lento para la ira llega, y cuando llega, te dice lo que leemos en este mismo libro, capítulo 4:12: “Prepárate para venir a mi encuentro”. Es triste observar cómo la cristiandad se mimetiza con el mundo. Los cristianos de ayer eran claramente inidentificables, hoy debes mostrar el “pescadito de metal” en la parte trasera de tu automóvil para que los demás sepan que eres cristiano.

Así nos encontramos en la misma lista de los que aborrecen y niegan a Dios. Vestimos igual, hablamos de los mismos temas, exigimos los mimos derechos, frecuentamos los mismos sitios y cantamos las mismas canciones.

El dolor del corazón del Jehová de ayer es el dolor del Señor de hoy. ¿La causa?… la misma, no andamos de acuerdo con las premisas divinas, (Amós 3:3) ¿La solución?… también la misma: “BUSCADME Y VIVIRÉIS” (Amós 5:4)

Pensamiento del día:

Es triste observar cómo la cristiandad se mimetiza con el mundo.