Max Lucado, en su libro: ‘En manos de la gracia’, cuenta su experiencia con Billy Jack, un joven de 14 años que viajó en el asiento contiguo al suyo en un vuelo de avión.

Este niño en cuerpo de grande, no dejó de recordarle, desde el primer instante, que le cuidara. No lo hizo sólo con él, sino que a cada uno de la tripulación que pasaba a su lado, le detenía y repetía la misma frase: “No se olvide de cuidarme”. El resto de los pasajeros nunca lo hizo. No lo haría.

Era gente adulta, experimentada en vuelos. Ni prestaron atención a las indicaciones de seguridad. Él no. Clavó sus ojos en cada uno de esos detalles y, luego, le pidió a su compañero que le explicara.

Sin lugar a dudas, en caso de emergencia, Billy Jack sería el primero en recibir cuidados especiales. Apoyó su cabeza en el hombro de Max y, antes de dormirse, exclamó: “Mi padre me espera en el aeropuerto, no veo la hora de encontrarme con él”.
No es muy diferente esta situación a la que se da en este viaje de la vida.

Están aquellos “experimentados” y grandes que se saben cuidar solos y nunca detendrían a nadie para mendigar cuidados, ni siquiera a Dios. Se las arreglan muy bien y no necesitan de nada ni de nadie.

Enfrascados en sus propios planes y problemas, herméticos, insensibles e impermeables, se ahogan en su propia autosuficiencia, quejándose del que viaja a su lado en cada tramo de la ruta. En cambio, aquellos que han comprendido que Dios es mucho más grande que su arrogancia y han apoyado su cabeza en su hombro, duermen plácidamente y descansan disfrutando de su viaje sabiendo que al final del camino le espera su Padre Celestial, Aquel que nunca se olvida de cuidarle. ¿Viajas en su cuidado, o has encomendado tu seguridad en manos del dinero, la vida sensual, el trabajo o cualquier otra cosa? Recuerda: Sólo en Jesús hallarás descanso para tu alma. Deja que Él te cuide.

PENSAMIENTO DEL DÍA:

LOS QUE SE CREEN AUTOSUFICIENTES SE AUTODESTRUYEN.