Todos tenemos algunos “gigantes” que nos atormentan la vida. Reales o imaginados. Hay situaciones, personas o emociones que nos provocan como Goliat, uno de los filisteos enemigos de Israel en tiempo de los reyes.

Y nos sentimos indefensos ante eso. Nos vemos derrotados aun antes de comenzar la batalla. Algo así le sucedía al ejército del rey Saúl. Tenía miedo todas las veces que este soldado de impresionante altura y agresividad los provocaba e intimidaba una y otra vez. La historia es bien conocida: David, un joven sin experiencia lo derrota más allá de toda estrategia militar.

Es común sentirse incompetente ante ciertas cosas. No somos súper-poderosos ni tenemos súper- poderes como los héroes de los cuentos. Simplemente le tememos a algo o a alguien.

Tener temores es humano y es parte de nuestra experiencia cotidiana. La lección que este relato nos deja es que muchas veces sobredimensionamos a nuestros enemigos (internos o externos).

Le otorgamos la autoridad de derrotarnos, antes de tratar con ellos. David, el joven de la historia, había visto al gigante como todos los demás soldados, pero más allá de él, también conocía a Dios. Su percepción de sí mismo alcanzó la dimensión en Dios y no en el grandote provocador.

Determinar a qué cosas no puedes enfrentarte es el primer paso para no dejarte vencer por los problemas, por otras personas o por ciertas situaciones que te cuesta afrontar. Depende de la medida que pongas a los problemas y de la medida que le pongas a Dios será el resultado de tu lucha.

Alguien dijo: NO le digas a Dios que tienes un gran problema, dile a tu problema que tienes a un GRAN DIOS. De ahora en más, cuando veas un gigante examina la posición del sol no vaya a ser la sombra de un pigmeo.

Pensamiento del día:

Atravesamos valles de sombras de muerte. Sombras, solo sombras.