San Lucas capítulo 12 nos presenta a un sabio economista para el mundo pero necio para con Dios. Se repiten palabras en el relato que evidencian su corazón. Fíjate: “mis frutos, mis graneros, mis bienes, mi alma”… El gran error de este hombre fue el de pensar que él era dueño y señor de sus posesiones, de su vida y aún del destino eterno de su alma.

Además pensó que saciaría los problemas del alma con la provisión de riquezas terrenales al decir: “alma come y bebe”. El alma no tiene hambre ni sed, de la misma manera no podemos pretender conseguir la paz interior, la satisfacción en la vida, ni la significación verdadera si nos abocamos a la necia tarea de acumular riquezas como única meta. Recuerda: No es más rico el que más tiene sino el que menos necesita.

No caigas en la trampa del diablo con la que ha hecho perder el verdadero sentido de la vida a millones de personas desde los anales de la creación, disfruta lo que tienes. El secreto del contentamiento no radica en haber alcanzado lo que queríamos, sino el querer aquello que hemos alcanzado.

Si Dios te abre la puerta para un progreso material avanza pero con precaución, sin perder de vista el verdadero propósito, no sea que lo que posees comience a poseerte y caigas en el «lazo del diablo». Trabaja para tus necesidades personales y las de tu familia y que no te quite el sueño si tu vecino cambió su automóvil a un modelo mejor y tú no. O si no puedes comprar el último producto que están presentando en la TV. aunque te lo presenten como una «verdadera necesidad».

No estoy diciendo que todos debemos abandonar nuestros trabajo e irnos a vivir en una cueva porque tendríamos serios problemas especialmente con nuestras esposas. La exhortación apela a estar atento ante la codicia y la ambición sabiendo que: «Los que tienen como única meta en la vida enriquecerse, caen en tentación y lazo… (2ª Timoteo 6:9-11).

Pensamiento del día:

El secreto del contentamiento no radica en haber alcanzado lo que queríamos, sino el querer aquello que hemos alcanzado.