Durante el siglo IV, varios religiosos fanáticos pregonaban el castigo corporal como método eficaz para reducir las tentaciones del cuerpo y lograr más “pureza espiritual”. Es así como surgieron los Ascetas, secta religiosa en la que sus miembros se apartaban de la vida en sociedad para recluirse en las montañas y vivir como ermitaños imponiéndose terribles flagelos para su cuerpo. Cuenta la historia que, por ejemplo, San Ascepsimas, llevaba tantas cadenas en su cuello que debía caminar a gatas. Besarión el monje, cedió hasta a la idea de no descansar en una cama. Macario se sentó desnudo en una ciénaga durante 6 meses hasta que las picaduras de mosquitos cubrieron su cuerpo. San Simeón Estilita pasó 30 años parado sobre una columna de 60 pies. San Marón estuvo 30 años escondido en el tronco hueco de un árbol. Otros vivían en cuevas, pozos y hasta en tumbas.

Pero, ¿es necesario esto? ¿Es esta la victoria sobre los apetitos carnales que Jesús predicó? Porque no vemos en los evangelios que Jesucristo haya seguido este tipo de disciplinas flagelantes en su cuerpo… Más bien, lo cuidó y usó sabiamente. Hoy, nuestra sociedad se ha pasado al otro extremo y vivimos en una cultura del cuerpo como nunca antes. Cremas antiarrugas, estiramiento de piel, cirugía plástica facial, estética dental, sitios SPA, etc., etc. Un estilo de vida sensual donde el placer es la única meta. Entonces… ¿Flagelo o sensualidad? ¿Ascetismo o libertinaje? ¿Negación del pacer o vida a mi antojo? El ser humano es: cuerpo, alma y espíritu. Cada parte creada por Dios. Cada una de ellas debe darle gloria a su Creador, vivir disfrutando la vida abundante que Cristo ofrece y nunca olvidar que somos en esencia espíritus y podemos decidir en esta vida el destino eterno de nuestras almas. Ni un extremo ni el otro. El equilibrio te lo da Cristo y su meta para el hombre es “Que Dios mismo, el Dios de paz, los santifique por completo, y conserve todo su ser: espíritu, alma y cuerpo, irreprochable para la venida de nuestro Señor Jesucristo”.

Pensamiento del día: El único castigo corporal aceptado por Dios ya se efectuó hace 2000 años.