En estas últimas décadas nuestra sociedad se ha confrontado con la amenaza del terrorismo, las armas químicas y biológicas, y los depósitos de material nuclear. Las grandes potencias de occidente se sienten amenazadas por la posibilidad de que naciones extremistas enemigas posean ojivas nucleares y armas de destrucción masiva escondidas bajo la superficie o en grandes hangares camuflados.

Ante esta amenaza potencial se han justificado genocidios a escala, invasiones a la soberanía de estos países y la violación de los mismos derechos humanos que estas mismas potencias implementaron. Sin embargo nuestra sociedad, así como todas las anteriores, ha sido víctima de la mayor arma de destrucción masiva jamás inventada y nadie jamás ha hecho nada. Esta arma es pequeña en dimensiones pero de alcance cósmico. Contiene fuego comprimido en su interior y es capaz de quemar más allá de tu imaginación, se detona con un mínimo movimiento.

No necesita recargarse pues ella misma es impulsada por el mismo infierno, y lo que es peor descansa húmedamente en tu boca y la mía. ¿Acertaste?… Sí, la lengua. Alguien dijo que está puesta en un lugar muy húmedo, resbala fácil. En verdad, cual arma de destrucción masiva ha matado, dividido, calumniado, difamado, enemistado, sepultado y separado matrimonios, amistades, iglesias, hermanos, parientes y amigos. ¡Y lo peor que nadie hace nada! Tú me dirás: “¿qué es lo que pretendes, que tome unas tijeras y comience a cortar lenguas a todo el mundo?”… No. No puedes cortarla, así como no puedes domarla. (Santiago 3:8) Pero sí puedes y debes, si no quieres que la lista de víctimas continúe, permitir que tu lengua cambie de mando.

Porque es como el timón de un barco. (Santiago. 3:4) El mismo contexto en Santiago revela la verdad respecto a las dos naturalezas que habitan a todo hijo de Dios, la antigua y carnal y la nueva y espiritual. La primera no puede controlarla por más que lo intentes. La segunda puede, en la medida que permanezcas en una relación vertical (con Dios) sana. Cuando vives conectado a Dios como una rama a su tronco, los frutos que den tus labios serán de paz y para la paz, y formarán en ti un carácter justo. (Santiago 3:18)

Pensamiento del día:

La Lengua está puesta en un lugar muy húmedo… resbala fácil.