De todas las modalidades que hoy en día han alcanzado auge y que han dado las mayores utilidades a sus gerentes, tal vez la de las compañías aseguradoras sea la de mayor importancia. Seguros de automóvil, seguros de su vivienda, asegure su empresa sus joyas y el infaltable seguro de vida. Son caros, sí, pero… ¡Qué seguridad que brindan! ¿Verdad? No hay nada tan aliviador como salir con tu automóvil nuevo a la avenida sabiendo que si alguien te choca, bueno al fin y al cabo el seguro paga. O salir de vacaciones y saber que tu casa queda asegurada si algún ladrón visita en tu ausencia. O tus joyas y capitales, están seguros.

La compañía se hace cargo, para eso pago una buena suma por mes. Ni que hablar si el accidente involucra daño físico, pues también estoy con asistencia médica en las mejores clínicas. Obviamente que lucran con tus miedos, con la posibilidad de la tragedia, el accidente inesperado, y de ahí sacan su ganancia. Pero hay un seguro que nunca nadie llamaría a tu puerta para proponerte y si lo haría solo sacaría una carcajada de ti: un seguro de muerte. ¿A quién se le ocurriría fundar una compañía aseguradora para la muerte o pos muerte? En ese rubro todos están con las manos atadas, ¿verdad? Es que fundirían en cuestión de meses al no poder cumplir con su parte del contrato.
Es que entramos en terreno ajeno.

La muerte no le corresponde al humano, la vive, la presiente, le teme y la experimenta pero forma parte de otra dimensión, de lo eterno. Una vez que nos entregamos a ella quedamos a su merced nadie puede prometernos nada referente a ese ámbito, nadie te asegura ni un segundo de cobertura una vez que entras en la dimensión eterna. Te equivocas si piensas así. Hay alguien que te asegura vida después de la muerte, y vida eterna y dichosa. Es Jesús, aquel que venció la muerte y quiere hacer tuya su resurrección. Pídele ahora mismo este seguro de vida, de muerte y de mejor vida junto a Él.

PENSAMIENTO DEL DÍA:

La necedad de la vida es acumular bienes en este mundo descuidando tu futuro eterno.