En el tiempo en el que la esclavitud aún no había sido abolida, cierto siervo engañó a su amo y huyó robándose una suma de dinero. Pero, como dicen que la mentira y el engaño tienen patas cortas, a este muchacho le llegó su turno. Fue apresado por la justicia y tuvo que pagar tras las rejas su delito. Pero no todo había acabado para este hombre.

En verdad, su verdadera historia estaba punto de comenzar. Fue justamente allí, en prisión, cuando conoció a otro reo que cambiaría su vida. Tú dirás que es prácticamente imposible hacer “Buenas” amistades en la cárcel, pero en verdad este amigo era muy bueno. Se encontraba pagando una condena injusta. ¿El crimen? Proclamar al mundo entero su fe, aunque pareciera una locura. Esa fe fue sembrada también en el corazón de este joven ladrón y de a poco comenzó a dar evidencias de cambio. Tal fue así que quedó libre por buena conducta antes de cumplir su sentencia total. Al salir, su buen compañero de prisión lo envió otra vez a su amo con una carta de recomendación. ¡Qué chico es el mundo! Paradójicamente el amo al que le había robado era conocido de su amigo de celda. ¿El nombre de ese buen amigo? Saulo de Tarso, conocido como el apóstol Pablo. ¿El nombre del ladrón restaurado? Onésimo, y el nombre del amo ofendido, Filemón. Esta carta de un solo capítulo forma parte del canon bíblico y puedes leerla.

Bella historia, pero ¿qué tiene que ver conmigo?… Mucho. Analicemos solamente este extracto: “De modo que, si me tienes por compañero, recíbelo como a mí mismo, y si te ha perjudicado o te debe algo, cárgalo a mi cuenta. Yo, Pablo, lo escribo de mi puño y letra: te lo pagaré.” Estas palabras pueden aplicarse a la perfección a la obra intercesora de Cristo en mi favor. Él le dijo a su Padre celestial al recomendarnos a nosotros, pecadores: “Recíbele como a mí mismo”. Así, su perfección me fue imputada. Y luego, mi ofensa a Dios fue imputada en Cristo: “y si te ha perjudicado en algo (¡y obvio que habíamos perjudicado a Dios!), cárgalo a mi cuenta”. ¡¡¡Maravillosa transferencia!!!

Pensamiento del día:

¡Alabemos su gloria! Pues Él nos hizo aceptos en el Amado. (Efesios 1:6)