Un campesino adulto y su hijo caminaban juntos en un día de verano, cuando el padre dijo al muchacho: “Mira, recoge esta herradura que está tirada a orilla del camino.” “¡Bah!”,respondió el chico, “ni vale la pena agacharse, no vale sino dos pesetas”. El padre la levantó y se la echó al bolsillo. En la primera aldea la vendió por 5 pesetas las que luego gastó en cerezas.

El clima era seco y el calor insoportable. El muchacho abría la boca para aspirar aire que aliviara la sequedad de su garganta. El padre, entonces, dejó caer descuidadamente una cereza. El muchacho la recogió y se la llevó a la boca.
Después el padre fue dejando caer otra y otra que el muchacho recogía con ansiedad. Cuando se acabaron todas, se volvió el padre a su hijo y le dijo: “Si te hubieras agachado una sola vez para recoger la herradura, no te hubiera hecho agachar más de veinte veces para recoger las cerezas”.

Bien dice el cuarteto: “Muchas veces la pereza, el orgullo o el capricho, privan a los hombres de seguros beneficios”.
Juzgamos por las apariencias y restamos valor a cosas que pueden sernos útiles quizás en el futuro. A veces son personas las que quedan en el camino víctimas de mis prejuicios. Así le ocurrió al sacerdote y al levita que, viendo al pobre hombre que bajaba de Jerusalén a Jericó tendido en el camino medio muerto, pasaron de largo, dominados por sus prejuicios o urgidos por sus compromisos. Sólo el buen Samaritano pasó a la historia con su noble gesto.
De igual manera nosotros ignoramos señales, oportunidades y beneficios tal vez futuros que Dios nos pone a nuestro lado, por no querer detenernos un poco de tiempo.

¿Sabes? Muchas veces los milagros de Dios vienen envueltos en papel periódico y no los valoramos.
No juzgues por las apariencias. Haz bien a todos, abre tu puerta a quien la necesite. Algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles.

Pensamiento del día:

LA PREGUNTA NO ES ¿QUIÉN ES MI PRÓJIMO? SINO: ¿DE QUIÉN PUEDO SER PRÓJIMO?