Déjame hacerte soñar un poco. Total, como dicen por ahí, soñar no cuesta nada. ¿Verdad? Por unos instantes cierra tus ojos conmigo. Imagínate tú entrando al cielo, a la gloria, al paraíso, como quieras llamarlo. Entras de la mano del Señor Jesús. (Es que solito nadie entra, nadie se lo merece, obvio). Entras de Su mano y una procesión celestial les da la bienvenida. Ángeles, serafines, querubines. Todo el cielo se pone de pie para recibirlos. Aplausos, lágrimas, vítores. Alabanza a Jesús y palabras de aliento para ti que no cabes en tu asombro. ¿Todo esto para mí?… Nooooo. ¡Imposible! Ahora abre tus ojos, no olvides que solo estábamos soñando. (Suspiras) “Y… sí. Solo un sueño. ¿Cómo se me puede ocurrir que algún día eso se vaya a cumplir? Con lo que soy, con lo que hice, con lo que estoy haciendo… Con mis errores, temores, pecados, fracasos, heridas… No. Déjame seguir mi vida real. Es verdad, soñar no cuesta nada, pero el sentimiento que queda al descubrir que solo era un sueño y nada más, eso sí que cuesta, eso sí que duele. (Si lo que acabas de pensar te sabe a utopía permíteme contarte una historia al respecto).

Era considerado la lacra de la sociedad. Marginado. Envenenado de rencor. Dedicó su vida a adueñarse de lo ajeno, pues se crió quizás en la calle, sin que nadie le ponga límites. Pendía de un madero junto a su cómplice. Entre ambos: El Nazareno. Jesús. También marginado, solo y falsamente ajusticiado. Él sabía lo que el ladrón sentía, pues estaba en la misma situación. Entonces, el grito, el clamor desesperado: “Señor, acuérdate de mí cuando vengas a reinar”. Pero… ¿me atenderá? Porque nunca nadie se acordó de mí. ¿Será que a Él sí le intereso?… Había reconocido en aquel Jesús lo necesario: que era Señor, que era misericordioso, que era el Mesías prometido que reinaría y que él justamente padecía las consecuencias de su pecado mientras Jesús “ningún mal hizo”.

Listo. No se habla más: “DE CIERTO, DE CIERTO TE DIGO: ¡HOY ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO!” Y entonces, aquel sueño imposible se hizo realidad. ¿Viste? ¿No te gustaría volver a cerrar tus ojos para reflexionar? Pero esta vez sí se podrá cumplir.

Pensamiento del día:

Si el cielo dependería de los humanos quedaría eternamente vacío.