Muchas personas se auto marginan de las cosas de Dios porque piensan que eso no es para ellos, que nunca lograrán salir del estado de vida en el que se encuentran. Pero déjame mencionarte algunos que, tuvieron el discernimiento para mirar más alto que sus propios temores. Jacob era un tramposo. Pedro tenía un temperamento fuerte. David, un romance fuera de su matrimonio. Noé se embriagó. Jonás huyó de Dios. Pablo era un asesino. Gedeón, un inseguro. María una chismosa. Marta se deprimía con frecuencia. Tomás dudaba siempre. Sara era muy impaciente. Elías tenía mal humor y se irritaba fácilmente. Moisés era tartamudo. Zaqueo era imposibilitado físicamente. Abraham, para muchos un viejo acabado. Lázaro ¡estaba muerto! Te pregunto: ¿cuál es, ahora, tu excusa para no seguir y servir a Dios?… Esta lista podría extenderse páginas y páginas, mencionando hombres y mujeres que, aunque devaluados, humanamente hablando, en las manos de Dios llegaron a ser de impacto para su generación. Creo que la clave está en esas simples palabras que acabas de leer: “llegaron a ser”. Desde el momento que decides presentarte ante Dios con el deseo de ser parte de su obra, debes saber que entras en un proceso a largo tiempo. Mientras dure ese proceso Dios tratará con tus temores y traumas del pasado pero debes saber que los resultados no serán inmediatos.

En el Reino de Dios, lo único instantáneo será nuestro traslado de este suelo al cielo “en un abrir y cerrar de ojos”. De ahí, todo lo demás implica tiempo. Mayormente tiempo de lidiar con mis temores, mis complejos, mis traumas y limitaciones, propias o impuestas, pero que se nos meten en nuestro ser y nos hacen creerle al mentiroso del diablo, el mentiroso de siempre, que nos dice: “Tú nunca podrás lograrlo”. No le creas. Todo lo puedes en Cristo si dejas que Él te fortalezca, sane tu quebrantado corazón y haga de ti ¡una nueva criatura!!!

Pensamiento del día:

Dios no llama a los capacitados, capacita a los llamados.