Un hecho trascendental del trabajo en las vidas de personas con el evangelio de Jesucristo es saber que el Plan soberano de Dios, posiblemente abarque más allá de la vida de esa persona. En todos mis años de ministerio, pastorado y labor misionera he invertido horas, dinero, energía y años en vidas que no rindieron los frutos esperados. Al tiempo, averiguando por tal o cual persona, me informaban que, como era de esperar, naufragó de su fe o, simplemente, nunca se inició en el Camino. ¡Pero su hijo o su nieto es un fervoroso creyente! ¡Eso es increíble! Uno nunca se imaginaría que la semilla sembrada germinó en las siguientes generaciones. Igual que en la naturaleza, no todas las semillas germinan al año siguiente. Algunas, como la de las palmeras, tardan años, pero germinan.

“Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para lo que la envié”. Este es un pasaje excelso que debe ser tenido en cuenta al momento de encarar todo proyecto misionero. ¿Se imaginó la viuda Noemí que el niño que acunaba sería abuelo del gran rey David? La misma crisis experimentó el profeta Habacuc. Él no podía entender cómo Dios tenía el control de semejante situación. A su alrededor solo se veía desolación, violaciones, devastación y muerte. Sin embargo, Dios le responde tocante a su queja: “Mirad entre las naciones, y ved, y asombraos; porque haré una obra en vuestros días, que aun cuando se os contare, no la creeréis”. Lo que el profeta no sabía era que la consumación de esa obra tenía su clímax más de medio siglo después, cuando “el justo viviría por la fe”. Es que somos parte de un plan eterno, universal y prediseñado del cual no sabemos nada, solo obedecemos.

Pensamiento del día:

“Yo me concentro en sembrar, otro plantará, y Dios se encargará del crecimiento”. (San Pablo)