Por la mañana de hoy leí otra vez el rico texto de San Juan 15, La Vid y los pámpanos. Son esos pasajes de las escrituras que nunca dejan de dar jugo. Cuanto más lo exprimes, más jugo te da. Allí Jesús se presenta ante sus discípulos de una manera muy poco ortodoxa. Imagínate que te presentan a tu nuevo capataz, hijo del jefe de la empresa, y al pararse frente al plantel dice algo así: “O.K. Yo soy el nuevo jefe y mi padre es el dueño de todo esto. De ahora en adelante todo empleado que no produce será removido y todo empleado que produce se le exigirá más según sus capacidades para que produzca más y más”,  y se va… Creo que no faltarían las quejas y los comentarios de los obreros, ¿verdad? “Demasiado duro el muchacho. ¡Uy, la que se nos viene!…” Sin exagerar creo que, palabras más, palabras menos, esa fue la manera elegida por el Señor para hacer reaccionar a sus seguidores respecto a la urgencia de vivir vidas de sacrificio por el avance del Reino y vidas de permanente contacto con el Dador de la vida, La Vid, Jesús mismo. El tema es serio, es urgente, es vital. El concepto de vitalidad y muerte está impregnado en todo el capítulo 15 del libro. Al decir que Él es la vid, no estaba diciendo que sea el tronco principal y sus seguidores ramitas conectadas al tronco como muchos creen. Cuando dice que Él es la vid, dice que es el tronco, las ramas, la raíz, la flor, fruto, todo. Y nosotros somos parte de ese todo, somos parte de Él. De ahí que sea tan tajante en la premisa. Él es la imagen del Dios invisible, y si nosotros, simples criaturas, somos parte de Él, entonces es su testimonio el que está en juego. En esta empresa eterna que se llama “Iglesia” está involucrado el sueño de Dios, su designio eterno, su Palabra profética, la vida de sus mártires… Tú eres parte de este plan concebido antes de que se fundase el mundo. No puedes fallar, debes producir, debes permanecer. Él confió en ti, te eligió para que seas parte de su Equipo,  no lo defraudes.

Pensamiento del día:

“Todo lo que hagan por su propia cuenta para mí no sirve de nada.” Juan 15:5 (Paráfrasis del Autor)