La Biblia dice que, lo que nos separa de Dios, no son las religiones sino mi pecado. Un mal endémico que ha contagiado y sigue infectando a cada ser humano desde el mismo inicio de sus días. Nos separa, nos aleja. No tenemos la fuerza suficiente para quitarlo ni somos lo bastante buenos como para borrarlo con nuestras buenas obras. Todos han intentado acortar distancias, construir improvisados puentes en su afán de unir ambas puntas, pero sus esfuerzos fueron inútiles. Los hedonistas centraron el ideal de vida o la vida ideal en la búsqueda de placer y fracasaron. Los idealistas se equivocaron porque sus pensamientos estaban en las alturas pero no en Dios. Los legalistas se cansaron de obedecer porque sus esfuerzos estaban en las leyes y no en la gracia. Los materialistas solo buscan seguridad terrenal cometiendo el más antiguo de los errores, el que cometería el rico insensato de pretender satisfacer necesidades espirituales con cosas materiales: “Alma, dijo él, muchos bienes tienes guardados para muchos días, come, bebe y regocíjate”. El al ama no come ni bebe, ¿verdad? Pero el materialismo te embriaga tanto que te hace pensar eso. Sigamos: los religiosos piden piedad, los escépticos buscan argumentos para negar la existencia de Dios, los místicos presumen de cierta espiritualidad superior, los gnósticos ensalzan su pensamiento hueco. Pero unos cómo otros, están, dice la Biblia, separados de Dios. Todos iguales de lejos. Lejos de su Padre y lo más triste es que no saben cómo regresar a casa. Esta es la gran deficiencia de la humanidad. Lejos por el pecado. Muertos por la incomunicación con el Creador. Pero Dios mismo ideó la solución para este problema endémico: el único puente seguro es el que está hecho con madera de la cruz. Mira al Jesús crucificado por ti y por mí, y serás salvo.

PENSAMIENTO DEL DIA:

No solo el pecado contamina a cada ser humano, sino que contamina el ser de cada humano.