El evangelio de Juan 5:1-16, narra la curación de un paralítico por Jesús. Otra vez el nazareno se fija en una sola persona de entre una multitud agitad, era el más miserable. Muchos irían de aquí para allá en esta fiesta judía que no se sabe bien cuál era, y entre tanta gente un pobre hombre postrado desde hace 38 años era un triste espectador del egoísmo y la indiferencia que corría por la calles del escogido pueblo de Dios, Israel. Al igual que en la conversación con la samaritana en el capítulo anterior, esta se desarrolla al lado de otra fuente de agua. En aquella oportunidad eran las aguas del materialismo y la vida sensual que no sacian, en esta son las aguas del egoísmo que gobierna al mundo y las aguas del inútil esfuerzo humano por alcanzar la salvación. Tanto la mujer como el paralítico estaban solos cuando Jesús los halló. Tú me dirás: Pablo, te equivocas, este hombre estaba en un lugar público y en un día festivo, seguramente estaba rodeado de mucha gente. Sí, pero solo. Entre muchos pero solo, como tantos hoy en día y como tú tal vez. Él mismo confiesa su soledad en el verso 7 al decir: “No tengo a nadie que me meta en el estanque”. ¡No tengo a nadie! ¿No te resulta familiar este clamor? Así está el mundo hoy. Ese es el slogan del hombre moderno: “No te detengas para ver quién está tirado al lado tuyo si quieres progresar en la vida. Avanza mirando sólo tu propio bienestar” No ha cambiado mucho en más de 2000 años de historia ¿Verdad? ¡Qué bueno que este Jesús pasara por allí! Sino este hombre hubiese seguido mendigando misericordia hasta que envejeciendo muriese. Justamente la palabra Betesda, que da nombre al estanque significa: “Casa de misericordia” y creo que la misericordia de esa casa no se encontraba en aquel estanque sino en la persona bendita del Señor que se detuvo al ver a ese hombre y le sanó. Y las puertas de esa casa siguen abiertas para ti. ¿Lo sabías? Si te sientes inútilmente postrado, extiende tu mano a Jesús y deja que Él te sane.

Pensamiento del día:

La distancia entre este mundo de egoísmo y La Casa de Misericordia fue cubierta por Cristo hace 2000 años.