Se llamaba Renato. Alegre, perfil de líder, amiguero. Amaba a Dios y amaba a las personas. Las amaba con ese amor franco, abierto, incondicional que escasea en nuestros días. Pero se fue de este mundo en la flor de su juventud. Lo mataron injusta y cruelmente. ¿Puede valer un celular más que una vida? ¿Puede alguien gatillar un revólver sin pensar que lleva muerte, dolor y desgracia en su cañón?… (Preguntas sin respuestas). Es como si Dios, Dueño absoluto de la vida de sus criaturas, se llevara a su cielo muchas veces esas flores tan bellas para adornar su jardín celestial. Es como si Él disfrutara tanto de algunos de sus hijos que no puede esperar para llamarlos a su presencia. Pero ¿y los que quedan aquí abajo, sufriendo, llorando, extrañando?… Su madre conversó con migo hace algún tiempo. Tanta paz, tanta aceptación de los tratos divinos y tanta valentía que me hizo sentir pequeño, muy pequeño. Es que así como el rencor y la falta de compasión te desgastan, el perdón te engrandece y enaltece. “Ya perdoné al que mató a mi hijo, oro por él cada noche”, fueron sus palabras. “Mi familia desde siempre ha estado viviendo escenas de venganzas y de violencia, pero yo he decidido cambiar esa historia, por lo menos en lo que respecta a mi historia”. ¡Sabia decisión!, muy sabia. Continuar la vida con la mochila cargada de rencor y amargura detiene tu andar, te retrasas hasta tal punto que la gracia de Dios te queda lejos, no porque Él vaya muy rápido, es que tú vas muy lento con tanto peso. ¿Qué hacer? Pues despójate de ese peso para que puedas correr la carrera que tienes por delante puestos los ojos en Jesús. Él también soportó la muerte injusta y cruel con la consecuente vergüenza que ello significaba, y perseveró frente a tanta oposición por parte de personas corruptas sin que su ánimo desmaye. (Hebreos 12:2-3) ¿Cómo lo logró? De la misma forma que nosotros podemos lograrlo: Poniendo como meta el gozo que nos espera allá arriba, en el cielo. No buscando respuestas ni venganzas acá abajo, en esta tierra. En el mundo tendremos aflicción, fuimos advertidos, pero confiamos en Aquel que ha vencido al mundo, estamos convencidos.

Pensamiento del día:

Cuando tienes a Dios tienes un amor perfecto que te hace andar siempre alegre, amando a Dios y amando a los demás. (Renato)