Tres parábolas narradas por el Señor en el evangelio de Mateo describen la actitud desobediente del pueblo de Israel. De ellas podemos sacar lecciones para nuestro estilo de vida desobediente también. La primera habla de dos hijos a los que su padre encomendó cierta tarea. El primero dijo que no iría, luego recapacitó, se arrepintió de su actitud y fue. El segundo dijo que sí lo haría y nunca lo hizo. Obviamente que los elogios cayeron sobre el primero. La segunda historia narra de otro padre, dueño de una viña que la arrendó  a labradores malvados. Cuando envió a sus siervos a recoger sus dividendos, estos obreros les mataron sufriendo las consecuencias por desobedecer a lo pactado con el dueño. Y la tercera parábola cuenta la historia de un padre que invitó a sus amigos a una gran fiesta de bodas de su hijo. “Mas ellos, desobedeciendo, se fueron, uno a sus labranzas y otros a sus negocios”. (Mateo 22:5) Como habrás podido percibir los protagonistas de estas tres narrativas son el padre que da la orden y los súbditos que la desobedecen frontalmente. Dios reclama obediencia. La exige, la merece, la recomienda. Nosotros, sus hijos, los humanos, somos renuentes a obedecer. Desde que nacemos. Nadie nace dispuesto a obedecer. Necesitamos que se nos enseñe a obedecer. Medimos nuestro compromiso con Dios y con su obra en términos  de resultados, agendas y logros. Pero la medida de mi compromiso con Dios es proporcional a la medida de mi obediencia hacia Él. Cuando Dios dice, sugiere, insinúa, debemos obedecerle sin cuestionamientos. Cuando Jesús enseñó a orar dijo: “Hágase tu voluntad, como en el cielo así también en la tierra”. Entonces debemos preguntarnos: ¿cómo se hace su voluntad en el cielo? Allá, los ángeles, sus siervos, le obedecen incondicionalmente,  a la sola orden de su voz. ¿Por qué somos tan renuentes a sujetarnos a Él? ¿Será también por eso que no logramos que las personas se nos sujeten? (cónyuges, hijos, subordinados). El verso 29 de este capítulo encierra la palabra clave: “Respondiendo él dijo: “No quiero”, pero después, ARREPENTIDO, fue.” Pídele perdón al Padre por tantos años de desobediencia y disfruta de servirle.

Pensamiento del día:

La medida de mi compromiso con Dios es proporcional a la medida de mi obediencia hacia Él.