Mi hija Dafne cepilla alegremente el pelo de su vieja muñeca. No sabe que, a pocos metros, escondida bajo mi cama, está una nueva que compré ayer. De último diseño. Una de esas muñecas que hablan, cantan y ¡hasta crece cuando se le alimenta! Mi corazón no aguanta las ganas de decirle: “deja esa muñeca. Toma, aquí tienes una mejor”. Pero todavía no es la fecha. Ese será su regalo de navidad, falta todavía. Entonces se la daré. Pero no necesita saberlo. Ella es feliz con su antigua muñeca. Creo que eso es justamente lo que la Biblia llama “contentamiento”. Es la actitud de aquel que sabe que su Padre puede y quiere darle lo mejor, pero hasta que ese momento llegue se sabe satisfecho con lo que tiene, agradece y lo disfruta. Es la actitud de aquel que pone su mirada y su enfoque en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Que vive en función de ese hecho y ese principio regula su vida, sus emociones y sus decisiones. No es conformismo, es confianza en un Dios que todo lo ve y provee. No es facilismo, es sacrificio por lo que tengo hoy y dependencia de que tendré lo de mañana. No es misticismo sino fe. Fe sustentada en un Dios que siempre ha cumplido sus promesas y no será la excepción con migo. El hombre y la mujer posmoderno han vendido sus almas a la oferta de placer, confort y materialismo que este mundo propone. En busca siempre de algo mejor se enrolan en la despiadada carrera de competir por el coche más nuevo, la cara más bonita, el sueldo más alto y el crucero más caro. Así, dejan de disfrutar de sus pequeños hijos que contemplan por encima de sus televisores como sus padres corren su “loca carrera”. Se pierden lo esencial, lo importante, la vida, sus vidas. No te dejes engañar. Mira a tu alrededor y disfruta de las cosas que tienes hoy dejando el mañana en las manos de tu Padre Dios que te ama más que nadie.

Pensamiento del día:

Aquellos que no disfrutan lo que tienen hoy es más que seguro que tampoco disfrutarán lo que tengan mañana.