Una estadística alarmante nos dice que en las últimas décadas millones de jóvenes han muerto, y lo más trágico es que sus propios padres y madres han sido cómplices de sus muertes. Claro, tú me preguntarás alarmado “¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Cómo es posible que los propios padres hayan sido parte del crimen de sus hijos? ¡Qué tragedia! ¡A lo que hemos llegado!… Esta realidad la puedes leer en Proverbios 19:18, “Corrige a tu hijo mientras aun hay esperanza. No te hagas cómplice de su muerte.” ¿Lo ves? Y creo que no exagero. Pero quise presentártelo de esta manera gráfica para qué tomes conciencia del daño que le causas a tus hijos al sobreprotegerlos y al evitarles el castigo merecido solo para recompensar el tiempo que estás ausente de la casa. Hoy en día el concepto del castigo a los hijos (inclusive corporal, si fuere el caso) es penado por la ley. O sea que la misma ley que condena a los asesinos a sangre fría y los encarcela, al mismo tiempo aplaude el crimen de padres permisivos y condena a aquellos que, a través de una correcta disciplina, se esfuerzan por “salvar” las vidas de sus hijos formándolos para el futuro. ¡Esto sí que es alarmante!!! El diccionario tiene palabras para quien mate su padre: Parricida, o a su madre: Matricida. También para los que cometen el más antiguo crimen: Fratricida, pero descarta la cruel posibilidad de que alguien conciba el matar a su propia descendencia asemejándose a un animal.

Pero que los hay, los hay, son los progenicidas. Ocultos, ignorados, y aceptados, consientes o inconscientemente planifican, ejecutan y repiten sus crímenes detrás de las paredes de sus mismas casas. Padres ausentes y permisivos, madres sobre protectoras, intentan compensar las falencias de una esmerada crianza con regalos, permisos y ausencia de disciplina. Mañana, cuando acudas al entierro del futuro de tu propio hijo, teme. Hay un Juez justo que te mira desde el cielo.

 

Pensamiento del día:

El padre que solo le interesa el progreso profesional de sus hijos está criando monstruos inteligentes.