Sus pensamientos le confundían. Ante sus ojos se suscitaban escenas de horror, crimen, injusticia y violencia. ¿Dónde está Jehová, el Dios de nuestros padres?… Jeremías estaba comisionado por Dios para anunciar juicio a la desviada nación de Israel si no se arrepentía de su maldad. Pero sus palabras caían en saco roto pues la idolatría persistía. En medio de su estupor el profeta es enviado a la casa de un alfarero. Llama  a la puerta, pide permiso para entrar y mirar, solamente para mirar. Mientras el artesano gira la rueda de madera sobre su eje, toma una porción de arcilla nueva, la coloca sobre el centro, la moja y, con esmerada paciencia, la hace girar mientras sus callosas manos agrietadas por la experiencia intentan darle forma. Al principio es una masa amorfa, pero a medida que pasan los minutos una vasija comienza a asomar esbelta, nueva, brillante y única. Sí, única porque está hecha a mano, no en serie, no con moldes. Todo va bien hasta que en un momento algo sucede y esa forma simétrica pierde, de un momento a otro, sus curvas y se deforma,  se deforma tan rápido como se había formado. El profeta se inquieta, mira con espanto al artesano, pero este, sin perturbarse, vuelve a fundir la masa en un poco de agua, la coloca otra vez en el mismo sitio de antes, y, con las mismas manos y la misma paciencia, comienza nuevamente su trabajo, esta vez con éxito.

¿La lección?… Dios no se da por vencido cuando las cosas se echan a perder. El hecho de que Moisés asesinara a un egipcio no desvió el plan de Dios; el que Elías haya huido al desierto y haya deseado la muerte no le llevó a Dios a desestimarlo y buscar otro profeta, o que Pedro haya llegado a negar tres veces a Cristo no le costó la descalificación del apostolado. El divino Alfarero simplemente tomó lo que quedaba de su obra original y volvió a darle forma. Cuando Él ha escogido a alguien nada ni nadie podrá apartarlo de ese proyecto, aunque haya muchos contratiempos en el camino.

Pensamiento del día:

Dios jamás se cansará con nosotros,  el peligro es que nosotros nos cansemos de nuestros propios fracasos.