En un lecho de pasto, la piel del camaleón se vuelve verde. Encima de la tierra, se transforma en marrón. El animal cambia según el ambiente. Muchas criaturas se adaptan a la naturaleza con el camuflaje que Dios les dio para ayudarlos a sobrevivir. Es natural adecuarse y adaptarse al medio ambiente. Más los seguidores de Cristo son nuevas criaturas, nacidos de arriba y cambiados desde adentro, con valores y estilos de vida que confrontan al mundo y chocan con la moral aceptada. Los verdaderos creyentes no armonizan mucho con el medio. Los cristianos en Corinto luchaban con su ambiente. Cercados de corrupción y de todo pecado concebible, sentían la presión a adaptarse. Sabían que eran libres en Cristo, pero ¿qué significaba esa libertad? ¿Cómo debían ver a los ídolos o a la sexualidad? ¿Qué debían hacer con respecto al matrimonio, las mujeres en la iglesia y los dones del Espíritu? Estas no eran sólo preguntas teológicas; la iglesia estaba siendo socavada con la inmoralidad y la inmadurez espiritual. Su fe era probada en el crisol de la Corinto inmoral, y estaban fallando en el examen. Pablo oyó de sus luchas y escribió una carta para tratar sus problemas, sanear sus divisiones y responder sus preguntas. Los confrontó con su pecado, con su necesidad de corrección y consagración a Cristo.

También hoy miles de seguidores del Jesús del madero son a diario confrontados en su fe. La lucha entre un cristianismo radical y un cristianismo light (que no es cristianismo porque no carga una cruz) se hace cada vez más palpable en nuestros días. El estandarte del evangelio lo portan hoy aquellos discípulos extremos que, sin temer las acechanzas del enemigo, avanzan con su rostro firme como un mármol, sin negociar su fe y con orgullo de, si es necesario, morir por La Causa. “Hoy ya no hay persecución”, se nos dice. ¡Mentira!, lo que hoy no hay son cristianos intrépidos como los de antes que se juegan por lo que creen. Me temo que la catástrofe de Corinto, llegó a nuestros días.

Pensamiento del día:

“Hoy ya no hay persecución”, se nos dice. ¡Mentira!, lo que hoy no hay son cristianos intrépidos.