«No puedo creer lo que hacen nuestros funcionarios del gobierno. ¡Si estuviera en su lugar, yo haría…!» «Nuestras escuelas andan mal. ¡Alguien debería hacer algo!…» Es fácil analizar, escudriñar, y hablar acerca de los problemas del mundo. Abundan los criticones, los quejumbrosos, los que se han nombrado a sí mismos juez y abogado. Sin embargo, lo que en realidad necesitamos son personas que no sólo discutan una situación, ¡sino que hagan algo al respecto! Se necesitan hombres maduros que, en vez de quejarse y revolcarse en la autocompasión y en el sufrimiento, actúen. Personas que organicen, administren, supervisen y alienten, que se enfrenten a la oposición, confronten la injusticia, y se mantengan así hasta cumplir las metas propuestas. ¡Un hombre de acción! Al estilo de Jesús, de Pablo, de Gedeón, de Moisés. Quizás tú pienses que no encajas en ese tipo de listas. Te sientes muy cómodo en la banca de los suplentes o en el sillón de tu sala viendo como otros transpiran la camiseta. Suspiras profundamente recluido en el anonimato y simplemente dices: “Esto no es para mí”. Permíteme decirte que la lista que te presenté recién no fue una lista de súper hombres o súper dotados, fueron hombres comunes que no se quedaron de brazos cruzados esperando que alguien haga lo que ellos, guiados por su Dios, eran capaces de hacer.

Mira, Dios no busca a aquellos que se sienten capaces para la tarea sino aquellos que, en actitud sincera, le dicen a Dios como Pablo: Soy inútil sin su fortaleza, todo lo que hago lo hago por la gracia de Dios en mí, o como Gedeón que tuvo que poner a prueba a Dios varias veces hasta estar seguro que era Dios el que le hablaba y no hacer el ridículo frente al pueblo, o Moisés: “Te equivocaste, Señor, envía al que debes enviar”. ¡Esas son las personas que Dios está buscando! Es de entender que justamente esas personas sinceras son las que se resistirán inicialmente al encargo, pero luego de que Dios perfeccione Su obra en sus vidas serán los factores de cambio que el mundo necesita.

Pensamiento del día:

Cuando Dios te encargue un asunto acéptalo, Él no se equivoca.