La torre de Pisa, en Italia, es una curiosidad de la arquitectura que atrae a miles de turistas desde hace varios. Desde su construcción, hace ya más de 800 años, ha venido inclinándose una fracción de pulgada cada año sin caerse. Se comenzó a construir en 1173 por el famoso arquitecto Bonano Pissano quien abandonó su obra  en 1185 cuando apenas había construido tres pisos y medio. Noventa años más tarde, otro arquitecto retomó la obra añadiendo tres pisos y medio más. La torre empezó a inclinarse en aquel entonces y este arquitecto decidió corregir la vertical con los pisos superiores en vez de hacerlo corrigiendo el fundamento. Pasaron 80 años más y otro arquitecto puso la cúpula del octavo piso. La torre estaba condenada a seguir inclinándose. La única explicación coherente de este hecho es que se ha construido sobre terreno flojo y lodoso. Por ello se hunde en la tierra que no es firme. Algunos propusieron la idea de sujetar la torre con grandes globos para detener su inclinación pero lo ideal es fortalecer sus cimientos mientras se sostiene esta mole de 14.500 toneladas. Lo cierto es que si no se toma una medida urgente, la torre caerá inevitablemente en algún próximo siglo.

¡Cuánta similitud tiene la torre de Pisa con la trayectoria de la vida de muchas personas! Éstas, neciamente construyen pisos tras pisos de su existencia, sin poner atención a sus cimientos, pensando que al final tendrán felicidad. No quieren reconocer que el rumbo de sus vidas está tomando un curso fatal y que la caída es inminente. Continúan acumulando riquezas tras riquezas, logros tras logros, años tras años de su vida y no hacen una pausa para medir las consecuencias que esto implica. Para una vida de crecimiento vertical, hay una sola roca firme sobre quién construir: Jesucristo, la principal piedra del ángulo. Todos los demás intentos serán  propuestas flojas que terminarán en inevitable tragedia. ¡No te equivoques!

PENSAMIENTO DEL DIA:

El progreso tiene un costo, y si no se invierte lo necesario en las bases, puede ser una inversión perdida.