Él dijo y las galaxias rotaron en su lugar, las estrellas resplandecieron en los cielos y los planetas comenzaron a girar en las órbitas alrededor de sus soles: palabras imponentes, sin límites, poder sin ataduras. Habló otra vez y las aguas y continentes se llenaron de plantas y criaturas que corrían, nadaban, crecían y se multiplicaban: palabras que dan vida, inspiración, que hacen vibrar la vida. Volvió a hablar y se formaron el hombre y la mujer, pensaban, hablaban y amaban: palabras de gloria personal,  y creativas. Eterno, infinito e ilimitado: Él fue, es y siempre será el Hacedor y Señor de todo lo que existe. Y luego vino en la carne a un punto del universo llamado planeta tierra. El Creador poderoso vino a formar parte de la creación, limitado por tiempo y espacio, susceptible a la edad, a las enfermedades y a la muerte. Pero el amor lo impulsó y por eso vino a salvar y a rescatar a los que estaban perdidos y darles el don de la eternidad. Él es el Verbo; Él es Jesús, el Cristo.

Esta es la verdad del Evangelio. No es la narración de la vida de Jesús, es un argumento poderoso en cuanto a la encarnación, una demostración concluyente de que Jesús fue y es el Hijo de Dios enviado del cielo y la única fuente de vida eterna. Hace unos días se presentó un documental sobre la vida  y muerte de Jesús en un canal de televisión de tinte humanista. Fue un resumen de su vida donde se quitó toda alusión a su deidad, inclusive el hecho de su resurrección literal, dejando abierta la hipótesis de que en verdad sus discípulos robaron el cadáver. Al final Él regresa a los suyos, sí,  pero no en forma corporal sino abstracta, como la influencia de un gran ejemplo, de un estimulante recuerdo, de un “hombre” ejemplar, pero nada más que eso. Es que necesitan falsificar la verdad de los hechos si lo que quieren es negar el mensaje central de los evangelios.

Pensamiento del día:

El que duda necesita gritar constantemente su versión para auto convencerse.